TW
0

La Jornada Mundial de la Paz ha recordado el compromiso de los cristianos con la historia, es decir su implicación en el momento que vivimos, al lado de las personas que más sufren. Ese compromiso se ha reflejado en el mensaje del Papa, que no puede obviar la imprescindible denuncia por el incremento de la desigualdad entre ricos y pobres, los efectos del capitalismo financiero no regulado, el terrorismo y la delincuencia provocada por el fundamentalismo y los fanatismos religiosos. Muchas personas están comprometidas con el objetivo de la paz, y de esa actitud se desprende el trato con las personas que les rodean. Esta búsqueda de la paz pretende una convivencia basada en la verdad, la libertad, el amor y la justicia ("Pacem in terris" de Juan XXIII). Trabajar en esta línea también representa un cambio en la actividad económica, para poner las propias capacidades al servicio de los demás y de la comunidad, sin esperar un beneficio económico. Este cambio en la gestión de la economía es exigible a los gobiernos, que son los responsables de las políticas de desarrollo y de protección de los derechos de las personas. Educar por la paz es una necesidad y una oportunidad para no aparcar la ética del desarrollo de la personalidad de quienes formarán las nuevas generaciones y habrán de construir un mundo mejor.