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Entre todo lo que ha sobrevivido a los recortes en la administración pública todavía hay muchas cosas que son suprimibles. Algunas tienen un coste en euros, lo que solivianta con razón a todos aquellos que han visto cómo tenían que abonar buena parte de sus medicamentos o cuyo hijo ya no tiene el maestro de apoyo que antes contribuía a mejorar su rendimiento. Existen otras cosas suprimibles, no obstante, cuyo coste en euros se aproxima al cero pero que tampoco estaría de más ir pensando en suprimirlas de una forma más o menos urgente. En el top ten de lo erradicable se encuentran los mensajes navideños o de fin de año que emiten, vía televisión, los mandatarios de distinta consideración. Simplemente porque no aportan nada, más allá de llenar una página en los periódicos y suscitar críticas, que tampoco aportan nada. Lo uno y lo otro no dejan de ser palabrería previsible, intuible. Uno podría pensar que los mensajes de este tipo son para lucimiento del menda que los pronuncia. Pero ni eso. José Ramón Bauzá no salió demasiado bien parado de su aparición en el prime time autonómico. Una realización poco atractiva, una gesticulación hiperbólica por artificial y el único contenido posible ante la situación existente confirmaron la necesidad de suprimir estos innecesarios espectáculos, que con poca fortuna y nulo tino también nos brinda el Rey cada Nochevieja cuando el aperitivo empieza a dar paso a la cena familiar. De Bauzá me quedo, puestos a reciclar algo, con la referencia a la plaga de la filoxera y el paralelismo con la actualidad. La situación es difícil, como entonces, hubo que sacrificarse para salir adelante, como entonces. En este paralelismo yo tengo más o menos claro a qué equivale la vid y a quien equivale la plaga, lo que me queda menos claro es cuáles van a ser nuestros almendros salvadores.