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"Una copa de cristal se quiebra con un golpe. Para quebrar la honra, basta una palabra"

Con las cosas de los políticos, a veces dan ganas de mandar que pare el tren para bajarse. Es tanto el traqueteo de la vía, tanto el vaivén de la política, que la desorientación me deja cuerpo y espíritu para ir una temporada a un balneario primero, y después, al diván de un psiquiatra. A mí por lo menos ya no se me aclara por más voluntad que le pongo, comprender cómo personas tan políticamente trabajadas y hasta baqueteadas como el Sr. Rajoy, no le da a este hombre reparo decir ciertas cosas, que a mí me parecen asombrosas. Fíjense, el martes 12 de febrero 2.013, estaba a la sazón el Sr. Presidente en un foro organizado en Madrid por "The Economist", revista como saben ustedes británica, a la que se tiene como un referente del liberalismo. Y al pronto, como si al Sr. Presidente le hubiera dado "algo", dijo: "mire, yo me presenté con un programa electoral en el qué prometía que no iba a subir los impuestos y, probablemente, no haya cumplido… Bueno, no, probablemente no. No he cumplido con mis promesas electorales, pero al menos tengo la sensación de que he cumplido con mi deber".

Hombre Sr. Rajoy… "¡No foti!" No diga usted ahora que tiene la sensación de haber cumplido con su deber. Muchos son los que piensan que para cumplir, lo que se dice cumplir con su deber hacia la ciudadanía, lo primero, lo justo, lo obligado, lo esperado y lo exigible, es cumplir con las promesas electorales. Más en su caso, porque entre otras cosas, con esas promesas, ganó usted las elecciones y con mayoría absoluta. Pretender haber cumplido con su deber quien ha incumplido casi todas sus promesas electorales por no decir todas, es una ecuación desconocida. Imagínese Sr. Presidente, si usted hubiera dicho y prometido que no iba a cumplir con lo que nos prometía en su programa electoral, a buenas horas gana usted las elecciones. Puede incluso que en algún sitio pensando que estaba usted riéndose del personal, lo mismo le habrían corrido a gorrazos.
Una cosa es decir y otra muy distinta es prometer. Según sus propias palabras, repetidas por usted el otro día, "no he cumplido con mis promesas electorales". Con mis promesas, con mis promesas, dijo usted Sr. Rajoy. Quizá Sr. Presidente, lo que usted quiso decir pudiera haber sido una cosa más o menos así: ciertamente que no he cumplido con mis promesas electorales, y eso me ha pasado porque no caí en aquella sabiduría popular que nos advierte que una cosa es predicar y otra dar trigo. Ahora he visto después de tener una Europa viajada, a los países que la forman agavillados en una crisis terrible. Puede incluso que la nuestra lo sea más por el añadido del desplome de aquella calamidad de la burbuja inmobiliaria de la que los políticos que hemos gobernado España en los últimos años, ni pueden ni deben sentirse libres de pecado. En sus manos estuvo y en sus obligaciones haber puesto por lo menos cordura en aquel desmadre, donde además, algunos empuercaron su honra, mientras se llenaban la buchaca. Ahora sí, ahora ha caído en la cuenta, que de la situación española, ni de lejos tenía toda la culpa Zapatero. Los otros países que están como España o peor, no tienen un Zapatero que carguen con la culpa de su crisis. Claro que, para este tipo de justa sinceridad, hace falta estar liberado de ataduras de partido, y quizá, de las que imponen un cargo presidencial. Y usted está ligado a estas dos pesadas y exigentes circunstancias.