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Los datos de empadronamiento a veces no muestran la realidad. Nuevas normas han provocado que muchos residentes extranjeros se hayan empadronado, cuando no lo estaban, y ello no se contradice con que un número considerable de alemanes y sobre todo de ingleses hayan regresado a su país y dejado su casa, en la que, en muchos casos, han vivido durante décadas. Los motivos son económicos y es un efecto más de la crisis. La comunidad inglesa, con unos 6.000 residentes, representa un colectivo importante y un factor de riqueza económica y cultural. Algunos han perdido capacidad económica y no pueden mantener el coste de vida en la Isla. A eso se añaden los problemas de comunicación aérea. Un solo vuelo semanal, cuando hace unos años se mantenían tres operativos, les limita para combinar las fechas y al final este condicionante se convierte en un obstáculo. El nuevo director de la Administración del Estado recibió ayer a los cónsules británico y alemán y escuchó sus necesidades. Es conveniente que los residentes extranjeros se sientan próximos a las instituciones y a los ciudadanos locales. En el marco de la Europa comunitaria, fomentar esa relación solo puede dar resultados positivos.