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Estuve en ARCO 2013, en los Pabellones 8 y 10 del IFEMA, donde estaba una muestra del trabajo de más de 2.000 "artistas". No se extrañen que les ponga comillas a lo de artistas, porque algunos, a juzgar por lo que tenían expuesto, yo me niego a considerarlos artistas, salvo que para depositar en el suelo unos trozos de madera, haga falta un artista.

201 galerías, alguna ciertamente prestigiosa de 27 países, dan por lo menos la esperanza de poder ver que es lo que se está "cociendo" en al arte actual. Personalmente me da pena y no estoy para nada de acuerdo que entre la familia de los verdaderamente artistas, se haya colado una gran cantidad de gente hoy en día que deberían en puridad, ser reconocidos con otro nombre que les haga justicia, pero bajo ningún concepto, ni siquiera el de la pusilánime tolerancia por la hipocresía del modernismo, los agruparía yo como artistas.

Imaginativos… bueno, quizá. Tampoco sería injusto señalar a más de uno y no solo en ARCO, como "caradura" de este río revuelto en que ha venido a parar el arte por un modernismo mal entendido, aupado las más de las veces, por críticos de pacotilla. Nada me extrañaría si algún día, alguno de esos críticos al contemplar una vaca cagando, calificara su boñiga como arte rural. Ya hubo uno que puesto a ser excéntrico, no se le ocurrió otra cosa, que intentar vender sus propios excrementos enlatados. No tengo conocimiento de que alguien en su decadencia llegase a comprar una de aquellas latas, para poder tener la seguridad de que lo que tenía encima del televisor era una mierda. Perdonen lo escatológico de lo narrado, pero desgraciadamente, no hago más que señalar a donde hemos llegado.

La gente mayormente no va a ARCO para ver arte; la gente va a ver la última ocurrencia sin importarle de quién sea: el esperpento más audaz. Van a satisfacer la curiosidad sin otra exigencia que esperar ser sorprendido aunque sea por la idiotez más banal. Una buena escultura, un gran dibujo, una buena fotografía, un buen cuadro, no consigue la atención que ha conseguido por ejemplo este año, una habitación en blanco, sin nada, solo un agujero pintado a ras del suelo, por donde algunos "memos" esperaban que entrara o saliera un ratón.

Volviendo al evento anual de ARCO, servidor lleva años acudiendo por amor propio, por bagaje como crítico, y también porque entre bastante vulgaridad, se pueden ver cosas realmente buenas, incluso magníficas, aunque les digo, que a este paso dejaré de ir a ARCO. Los organizadores no deben de haberse enterado de la crisis. La entrada y el catálogo, 66 euros; el parking, 9 euros; luego la comida, ya que la apertura era de 12 a 20 horas. De manera que no te tocaba otra que comer en el Recinto Ferial. Antes de comer ya había desembolsado 75 euros. Si a eso añadimos 40 de la entrada de María, y comiendo "com sí com sa", regular, otros 30 euros. Total 130 euros (21.630 pesetas) ¡Ea! Que no vuelvo más… que no vuelvo más.

Lo que más me gustó fue la fotografía de Helena Almedia en la Galería Filomena Soarez de Portugal, y un magnífico cuadro en la Galería de Guillermo de Osma "retrato de mujer" de María Blanchard. ¡Ah! Casi se me olvida, Blanca Cuesta, señora de Borja Thyssen, se estrenaba en ARCO como pintora, con un cuadro que la autora califica como neo expresionismo abstracto, y tenía por título "Flour Inspiration". Algunos críticos dijeron que les gustó ¡Oiga, pues qué bien!