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Y dice el Sr. Rajoy, que la corrupción no está generalizada. Debe ser por eso que, según el CIS, la segunda preocupación de los españoles es la corrupción, solo por detrás del desempleo. Una corrupción además, que en estos 14 meses del gobierno Rajoy, ha aumentado ostensiblemente, o por lo menos, eso es lo que percibe la ciudadanía, con casos que han sacudido la conciencia de la sociedad, especialmente vapuleada por otro asunto que es el primero de la preocupación general: el paro, que en algo más de un año, el gobierno actual ha visto como aumentaba en un millón más de personas sin trabajo, un millón en 14 meses, que se dice pronto, máxime en un gobierno que se llenaba la boca de decir, que sabían cómo arreglar lo del paro. Por decirlo suavemente, su sabiduría en este punto, está resultando ser un fracaso estrepitoso. Un millón más de parados, a los que ¡vaya contratiempo!, pues no se los puede endosar el PP a Zapatero.

También en 14 meses, como si fueran hongos, han ido apareciendo y actualizándose las corruptelas políticas. Lo de Barcelona y la familia Pujol, ilustres presuntos, faltaría más. Lo de la señora ministra de Sanidad, Ana Mato, también ilustre presunta. Pero vaya usted a decirle a la ciudadanía que de las fiestas, viajes y jaguares en el garaje de su casa, ella no sabía nada, de nada, ni antes de prescribir ni después de haber prescrito, y, a ver que le dicen. Craso error es mantener a Dña. Ana en el gobierno, pensando que las sospechas de corrupción las diluye el tiempo, porque lo que en realidad pasa es que el personal ve como los partidos y peor aún los gobiernos, mantienen en sus puestos a los que por los hechos difundidos, están más que fundadamente bajo la sospecha de corrupción. Y eso genera antipatía, cuando no desprecio siempre, máxime con 6 millones de parados.

Lo de Bárcenas ¡Uyyyy… lo de Bárcenas! Ese es un asunto presuntamente desastroso, todo lo presunto que haga falta, pero, que cómo me decía el otro día un parado que lleva casi un año buscando curro: mire usted, estoy cabreado, asqueado, indignado, harto, pero no presuntamente, no, estoy hasta los mismísimos, y ya le digo, no presuntamente. Vaya, que estoy de los políticos hasta aquí, y me señalaba por encima de la cabeza. Y añadía: ¿me quiere usted decir qué cosa están haciendo para acabar con tanto chorizo de pata negra? No hacen nada, y, ¿sabe usted por qué? pues, porque sería una antropofagia política, un cainismo de partido, una mutilación entre sus filas para extirpar la necrosis que corroe con la corrupción a los partidos políticos. Nada de una persecución interna, de eso ni hablar, con el miedo que eso da, no vaya a ser que al corrupto perseguido, le dé por "morir matando" y cuente lo que aún no cuentan los papeles, lo que no se sabe o aclare lo que es una sospecha generalizada. De todo este sofrito de la corrupción, quizá todo sea más sencillo a la hora de comprender la apatía que les entra a los políticos cuando se habla de acabar con la corrupción, aduciendo que para eso ya está la justicia. Sarcasmo impresentable, pues los políticos saben que hay efectos de comportamiento político que no persigue la ley, como por ejemplo las inversiones inútiles, el mal uso del dinero ajeno, justificándolo políticamente. Son cosas que aunque no persiga la ley, sí debe ser corregido por un funcionamiento racional de los propios políticos, sin quitar por eso la necesidad de que empiecen esos malos comportamiento administrativos, a ser perseguidos judicialmente.

Pero la corrupción puede y debe ser perseguida y sancionada por los partidos políticos, por el gobierno, por la policía, por los fiscales y por los jueces.