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No siempre nos llevamos bien con el cambio, a pesar de que sin cambio, no hay tiempo ni universo que valga. Y una vida sin tiempo, sería algo tan contradictorio, como imposible de percibir por nuestros vigilantes y limitados sentidos. Toda nuestra existencia transcurre inmersa en una compleja ecuación de espacio y tiempo, que nos resulta sumamente difícil descifrar a los mortales.

Las metamorfosis producen alteraciones espectaculares en la apariencia y la estructura interna de los seres vivos. Las sociedades se transforman también, de manera brusca o lenta, pero solo cuando las cosas nos desconciertan por su celeridad u obsolescencia, nos percatamos de que estamos siendo testigos y protagonistas, al mismo tiempo, de esta ley inexorable de la metamorfosis (también llamada crisis, por los expertos y técnicos cualificados en la materia).

La Unión Europea, los grandes bloques de poder, la economía y su organización, la tecnología y sus maravillosas prestaciones, Menorca y su biosfera, las creencias y las costumbres de la gente…parece que todo se está transformando ante nuestros propios ojos, con una velocidad que asusta. Es verdad que si miramos hacia atrás, todo se ha transformado siempre así, pero por lo menos nosotros, no lo vivimos en primera persona.
Siendo adolescente, me impresionó una película dirigida por Franco Zeffireli, cuyo título en España fue "Hermano sol, hermana luna". La adolescencia es una etapa muy impresionable. Época de grandes descubrimientos y decisiones. De sensibilidad y emociones a flor de piel.

Francisco era un joven de Asís, hijo de un próspero comerciante de telas, en la Edad Media. Tras llevar una vida despreocupada primero, y de conocer la guerra y el cautiverio después, en época de Cruzadas, se convierte a la pobreza, en contraste con el boato y el ornamento de Roma. Decide, junto a unos pocos, llevar una vida humilde y sencilla, más en consonancia con el mensaje evangélico. Su amor por la naturaleza, como obra del Creador, le lleva a escribir su "Cántico de las Criaturas", donde, con un ecologismo "avant la lettre", trata a los animales y otros fenómenos de la naturaleza, como hermanos de un mismo padre que debemos amar, agradecer y respetar.

También estamos viviendo cambios y convulsiones en la Iglesia Católica, con un papa que ha tomado el nombre de Francisco, precisamente. Si todo ello nos llevará a una conversión, a una vida nueva y diferente, a un mundo donde los valores y la humanidad tengan la última palabra, es todavía una incógnita.

Nos hemos dejado contaminar, manipular, comprar o embaucar por los potentes cantos de sirena que nos prometían la felicidad instantánea. Alta rentabilidad sin esfuerzo, derechos sin deberes, diversión sin reflexión, obediencia sin rebelión, adoración de variados ídolos con los pies de barro…

Hasta que una buena mañana, tras un sueño intranquilo, nos hemos visto convertidos en un monstruoso insecto.