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La naturaleza tiene una fuerza irresistible. El homo sapiens no siempre es tan sapiens como lo pintan y a pesar de sus múltiples logros técnicos e innegables avances en los más variados campos del conocimiento, podemos estar seguros de que seguirá cometiendo pifiadas históricas y algunos errores repetitivos.

Los griegos hablaban de physis, aunque el concepto ha sufrido las transformaciones propias de la edad. Nosotros solemos distinguir entre lo natural y lo artificial. Esto último es aquello que existe porque ha sido fabricado o hecho por el hombre, gracias a su fértil ingenio y a su inteligencia prodigiosa. Pero no nos engañemos. Por mucho que nos pavoneemos, seguiremos formando parte de la naturaleza y estaremos sometidos inexorablemente a sus leyes, caprichos y dolorosas limitaciones. Lo que le pase a ella, nos pasará también a nosotros.

El ciclo de las estaciones no hay quien lo pare. Avanza como un planeta rodando por el espacio, y cada estación se presenta ante nuestras narices como un viejo conocido que ha vuelto de tierras lejanas, y cuya conversación ya echábamos de menos…

Mientras todo a nuestro alrededor parecía paralizado por la torpe mano del hombre, sus chapuzas y corruptelas sin límite, la vida seguía fluyendo subterránea, invisible, silenciosa y modesta, con su inalterable curso milenario. Y experimentamos los albores de la nueva primavera: con el paso del frío al calor, de la oscuridad a la luz, con el cambio de hora en los relojes y la transformación del paisaje invernal, que lo había dejado todo tan pelado y desierto como una caja de ahorros.

La primavera es una estación en la que, súbitamente, se nos alegra la vista (prestigiosos oftalmólogos están estudiando el tema) y despierta el corazón adormecido. Todo lo malo, feo y sucio, parece avergonzarse y esconderse tras un telón de flores, mientras miles de pájaros aparecen por el cielo.

Un ridículo sátrapa norcoreano, hijo de p…, lanza bravuconadas y promesas de guerra, entusiasmado con sus cada vez más potentes juguetitos bélicos. Esos hijos de papá (para decirlo con todas las letras) tienen un complejo muy puñetero: el del niño mimado. Que no conoce los límites ni la peligrosidad de lo que maneja y suele darse de morros contra la dura realidad, que no le dejan ver sus millones de enfervorizadas marionetas.

Como es primavera, preferimos concentrarnos en la buena música, en los miles de voluntarios que ayudan al prójimo, y en todos aquellos que luchan diariamente para salir de la crisis con el sudor de su frente o la brillante luz de sus ideas. "Renovarse o morir" es el lema que los guía, una exigencia de los tiempos presentes, el dilema genético que se halla inscrito desde siempre, en la naturaleza de la especie…

Vamos hacia "Sant Joan", con la determinación y la confianza de una Merkel. Se acercan tiempos mejores; se animará el comercio, se llenarán las playas… La temporada turística traerá puestos de trabajo. Todo lo malo, feo y sucio, quedará sepultado bajo esas humildes y fragantes flores que renacen cada año, cuando llega el buen tiempo. Es el olor a nuevo.