Anaïs Tiffón, junto a su madre

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Anaïs Tiffón, fue una de las primeras mujeres que hicieron daguerrotipos en nuestra patria. Interesada en la fotografía de la que aprendió de su esposo, Antonio Fernández Soriano, nacido el 24 de abril de 1827 en Casasibáñez de Albacete, hijo de un chocolatero, Antonio fue militar, músico de contrata en el primer batallón del Regimiento de Infantería.

En el Correo de Barcelona se puede leer: Retratos. Establecimiento de Daguerrotipo y Fotografía. Rambla frente de Santa Mónica, número 17, casa de Mr. Napoleón piso 2º.

El matrimonio fueron padres de varios hijos, entre ellos algunos fallecieron al nacer, que no se inscribieron, fueron los conocidos: Alejo Emilio (padre putativo del nieto de Damián Quevedo, de Villacarlos, Menorca), Alejandra, Napoleón Francisco, Napoleón Fernando, Antonio, Esteban y Emilia que murió con nueve meses. Todos ellos se dedicaron a la fotografía a excepción de Antonio que estudió medicina llegando a ser médico. Alejandra, al igual que su madre, continuó con la carrera que tanto se esperaba de las mujeres, siendo grandes profesionales principalmente en la ciudad condal.

Napoleón venía a ser sinónimo de perfección y del exacto natural. De ellos dice su biógrafa que los retratos a 12 reales, coloridos al gusto, se abonaban con placer. En el mismo establecimiento se hallaban toda clase de marcos, medallones, alfileres para retratos, tabaqueras para rapé y cigarros, anillas, brazaletes, cubiertas de terciopelo y de otras clases de guarniciones de lujo y sencillos para adornar toda clase de marcos (sic).

A medida que los hijos iban creciendo, el esposo abandonó el Ejército, dedicándose de lleno al estudio del retrato. Al observar diferentes reversos se ve el cambio. Primero fueron, Anaïs y Mr. Fernando, por Anne Tifón y Antonio Fernández; luego múltiples variantes de, Fernando, Fernando Napoleón, fotógrafo, y Antonio Fernández, o sencillamente Napoleón. Incluso al establecerse en nuestra ciudad, el cambio de anagrama fue constante. He de creer que era debido a la época ya que lo mismo ocurre con otros fotógrafos, su interés en prosperar, les debió llevar a ello.

En 1867 Emilio, el mayor de la familia cumplió 16 años, recibió de sus padres un lugar relevante en el negocio, figurando como A y E, Dits de Napoleón. La E. correspondía a Emilio y la A. a Antonio, al mismo tiempo guardaba la A de su madre Anaïs.

Para la familia supuso otro logro más al alcanzar la medalla al mérito en la Exposición Aragonesa, la primera que colocaron en las traseras de sus fotografías. A través del tiempo fueron añadiendo escudos y medallas según iban recibiendo honores y premios a lo largo de los años.

Antonio Fernández Soriano, monárquico a carta cabal, según el mismo aseguraba, su empresa trabajaba para la casa Real, retratando a varios de los miembros de la monarquía, obtuviendo condecoraciones en España, Francia y Portugal. En 1872, Antonio fue condecorado con la encomienda de la Orden de Carlos III, y después llegarían los nombramientos de comendador de la Real Orden de Isabel la Católica, la Legión de Honor francesa y la Orden de Cristo de Portugal.

En mis charlas con el mecánico de la motora de la Mola me refirió cantidad de anécdotas, convertidas en auténticas historias para tener en cuenta todas ellas, por su valor histórico, transcurridas en aquella Barcelona que tanto amó y admiró. Vividas en unos momentos en que el futuro mecánico dejaba de ser un adolescente convirtiéndose en hombre. Fue en sus tiempos de estudiante en la ciudad, aquella inmensa Barcelona, en que el joven Gori deambulaba con sus ojos abiertos a todo, intentando aprender de todos. Al bajar del Dedalo, buque escuela la Aeronáutica Naval, subía las Ramblas, se paraba frente el gran escaparate de los Napoleón, continuando por la misma acera hasta llegar con el cruce de la calle Fernando, sin abandonarla, siempre a mano derecha, hasta llegar a la iglesia de San Jaime, aún hoy abierta al culto. En la puerta, un cajón donde depositaba las pocas monedas de que disponía, privándose de poder ir a tomar un café. Algo que siempre repitió a lo largo de toda su vida en todos los viajes, que yo he continuado, al igual que mis hijos, en su memoria.

En ambos lados de la iglesia, flaqueando la misma, sendos expositores, uno de ellos pertenecía a Matorrodona, y el otro contratado por los acreditados retratistas a que hago referencia, pudiéndose contemplar expuestas destacadas fotografías de militares, y las mujeres más hermosas, embellecidas por los encargados de aquella entidad. Todas las semanas se iban cambiando. Este detalle me lo confirma el periódico "El Noticiero Universal" de Barcelona. También figura en uno de los capítulos, refiriéndose a dos escaparates famosos, del libro, "Mi calle Fernando, 1943" de Joaquín M. de Nadal.

En 1924, Emilio continuaba en la Rambla de Santa Mónica, 15 y 17, donde disponía de su taller, mientras residía en la calle de Nuestra Señora del Coll, 25. En 1929 ya es Napoleón , D. Santiago F. quien se encontraba en la Rambla. Alejandro Luís Santiago Feliu Fernández Tifón, que había nacido en 1878, hijo de Alejandra, se hizo cargo del estudio de Santa Mónica, mientras que su tío Francisco, también continuador del oficio, en Barcelona y Madrid.

En 1935 se encontraba en la calle Pelayo nº 34, como Napoleón, Fotógrafo Única, donde sigue anunciándose en la guía telefónica en los años cuarenta cincuenta y sesenta. Allí había un Napoleón hijo en 1916, que era probablemente el mismo Santiago Feliu Fernández que murió en Barcelona en 1966. Aquel negocio fotográfico no se limitó a la Península y en 1907, como recoge M. J. Mulet, existía la Gran Fotografía de E. García. Sucursal de la casa Napoleón de Barcelona, Paseo del Borne, Palma de Mallorca, a la vez que se desplazaba a Mahón haciendo lo propio (sic).
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