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Aprovechando la estancia de unos días en l' Hospitalet de Llobregat y después de casi desesperarme con el Barça-Paris Saint Germain, visité el pasado miércoles la conocida coctelería Tirsa (supongo que para relajarme después del partido). Si nos atenemos a las veces que ha sido mencionado en sus escritos, el local, de decoración sobria, nada pretenciosa y de reducidas dimensiones, parece ser el lugar de referencia para algunos de los más afamados articulistas catalanes no sometidos a la corrección nacionalista obligatoria. Mis admirados Arcadi Espada, Salvador Sostres, Juan Carlos Girauta, Carlos Herrera, etc. acostumbran a frecuentar esa barra y siempre, aseguran, con satisfacción garantizada.

El local ofrece garantías con solo cruzar su puerta. El camarero y el maître, que ya forman parte de la decoración del lugar, transpiran profesionalidad. Si el primero ha cumplido treinta y dos años de mili nocturna detrás de esa barra, el segundo incluso le supera. La coctelería goza aún de un cierto glamour y requiere por tanto de unos uniformes adecuados para este tipo de servicio: smokings y chaquetas blancas "comme il faut" son lo que marca jerarquía en esos servidores.

El establecimiento no cuenta con una carta de cócteles al uso sino que son los mismos bármanes quienes se transforman en tus "médicos" de cabecera sugiriendo la copa más adecuada para cada situación. Por ello (y solo por una vez) desisto de mis gustos específicos y me dejo aconsejar por una sabiduría atesorada durante años. Con excelsa elegancia me preparan un vigoroso, aunque suave, combinado basado en el licor de coco que me zampo en pocos sorbos. Delicioso. Me gusta. Repito dos veces más y la conversación de esas eventuales amistades de barra deriva hacia la actualidad política.

Hablamos del "patrón" del patriotismo. Nos preguntamos qué es ser patriota, cómo medir el patriotismo y dónde se gestionan los títulos para "ser patriota".

¿Puede uno ser patriota con solo asegurar serlo, con solo airear la voluntad de tener ese status o se requieren unas determinadas condiciones para poder blasonar del título? ¿Son necesarios requisitos? ¿Un cursillo? Más allá de las fanfarroneadas al uso ¿cómo se demuestra el patriotismo? ¿Con hechos o con palabras? ¿Existe la parodia del patriota? Por ejemplo ¿son los Pujol patriotas? ¿Lo son sus negocios? ¿Es bueno el patriotismo de "butxaca"? ¿Es de patriotas primar y anteponer un bien particular? ¿Es bueno que el patriotismo se haya transformado en un gran negocio que invierte en palabras para explotar, luego, sentimientos en beneficio de sus promotores?

¿Y el binomio "patriotismo y subvención"? ¿Debe estar subvencionado el patriotismo? ¿A cargo y a costa de qué partida? ¿No puede existir un patriotismo libre de cargas para el resto de la población? Más ¿apropiarse de y envolverse en una bandera es suficiente para ser un patriota? ¿Es el patriotismo una pócima o un truco para esconder intereses y/o enmascarar, la realidad social?

Si en Cataluña ya está muy claro quién es o no es patriota (por sus negocios les conoceréis), en Menorca el supuesto patriotismo (en este caso también de pacotilla) ha derivado en asumir unas premisas básicas de ineludible cumplimiento, a saber: ser acérrimo defensor del inmovilismo económico, justificar las carencias de libertades ajenas, obstaculizar la empresa privada y "normatizarla" tanto hasta impedirla, menospreciar y prohibir nuestra ancestral modalidad lingüística menorquina, ineludible es tender a la subvención permanente, asumir la llamada del "riff" ecologista y, especial e imprescindible hablar catalán estándar como si no hubieses nacido aquí. Quien no cumpla estos requisitos se arriesga a la estulticia de ser oficialmente tildado de menorquín antipatriota. Sí, a esa degradación hemos llegado: a una isla enferma donde reina la tontería supina que es la que nos ha conducido a una decadencia justificada por quienes, envalentonados por la abusiva repercusión mediática de sus chorradas, nunca han creado un solo puesto de trabajo y solo se han preocupado por su propia intendencia. ¡How sad!

Nota: Dedicar unos humildes € 70.000 a defender nuestras modalidades lingüísticas insulares ("lo nostro") parece ser una horrible afrenta para los que han despilfarrado millones y millones de euros en defender la forma foránea ("la seva") que anula aquella nuestra. ¡Perfectos discípulos de Hipócrates!