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Me gustó (y mucho) la tribuna que "nuestro" (si se me permite usar el posesivo) Pedro J. Bosch publicó en "El País" con el título "La feria de las etiquetas", donde analizaba las dificultades que suele encontrar quien expresa públicamente sus opiniones cuando éstas resultan transversales a las consignas oficiales de los grupos de opinión, expuestas más o menos ostensiblemente en los tablones identitarios de los partidos políticos y los medios de comunicación. Me quiero sumar aquí a su lamento exponiendo mis propias cuitas en este campo.

Por ejemplo: me sucede que sostengo que el PSM y el GOB han hecho mucho daño a la Isla a la que al parecer tanto aman. Creo que han frenado, de manera muchas veces irracional, proyectos que hubieran sido muy beneficiosos para Menorca (dificultando el agroturismo, poniendo trabas a la recuperación de boyeras, etc…); que han menospreciado a personas que tenían grandes cosas que aportar quizás simplemente por justificar una pose o por prejuicios bastante poco confesables; creo que no han luchado sin embargo con pareja energía contra lastres para la Isla como el todo incluido o el alicatado hasta el techo de Arenal d'en Castell, etc… ; que han permitido sin rechistar que se consumara la despersonalización del puerto de Mahón…. Y sin embargo les aplaudo cuando intentan poner coto a la construcción de rotondas galácticas o cuando luchan por frenar el vertido de metales pesados al mar, o si se oponen a la instalación de chiringuitos en las playas vírgenes y seguramente les aplaudiré (confió en tener motivos) en futuros posicionamientos.

Quiere esto decir que mi evaluación de los hechos no depende de si vienen de fábrica aplaudidos o reprobados por cualquiera de estas entidades o sus antagónicas, sino de lo que me dicte la razón. Por supuesto podré errar, pero en mi código, el beneplácito de un partido, institución o persona, jamás supone un argumento, ya que aquellos también pueden estar equivocados, y no solo eso, pueden apadrinar actuaciones por conveniencia partidista, venal, circunstancial o incluso ritual.

Sin embargo, si en un artículo defiendo o refuto alguna iniciativa concreta, en el improbable caso de recibir un feed-back, este suele consistir en una crítica no ya sobre lo que opino sino sobre si lo que pienso coincide o no con tal o cual partido, sin aportar argumentos que desmonten mi opinión, sino descalificándola por ser también defendida por algún grupo indeseable para quien me interpela.

Otro ejemplo: La mera impresión en mi retina de la efigie de Cospedal, de Floriano, o de Gonzalez Pons (entre otros) me da ardor de meninges; no soporto a esa gente que vive por y para la demagogia, las consignas baratas y el malabarismo con los embustes. Ya me pasaba con Zaplana, Aznar, Trillo o Álvarez Cascos, tipos todos ellos vulgares y carentes de ética. Sin embargo mi voto para el Ayuntamiento de Mahón lo di a personas que concurrían con las mismas siglas que dichos pavos. ¿Inconsecuencia? No lo creo: los socialistas llevaban más de quince años presentando encefalograma plano en el puerto, mientras el actual equipo de la alcaldesa hablaba de actuaciones en la ciudad y el puerto que me parecían plausibles. De hecho aplaudo muchas de las iniciativas ya tomadas (aunque me gustaría que se comprometieran más en temas como el vertido o los amarres del CMM). Quiero decir que mi análisis de las actuaciones del consistorio, no dependen de que sus miembros militen en el PP, sino de si coinciden o no con mi criterio (sabiendo perfectamente que éste no deja de ser uno entre tantos, pero con la seguridad de que no está contaminado con la insalubre pasión por las etiquetas)

Imaginemos que emito el siguiente mensaje: Sostengo que el pueblo judío, tras ser masacrado como todos sabemos de manera imperdonable por un canalla como Hitler, se dedica ahora en su estado sionista a incumplir impunemente todas las resoluciones de la ONU, a sojuzgar al pueblo palestino además de acosarles con asentamientos ilegales. Me pregunto en ese caso : Si alguien quisiera decidir si mis palabras son merecedoras de reproche (alguno me tacharía rápidamente de antisemita, no lo duden) o cargadas de razón, ¿debería considerarse a tal efecto relevante mi pertenencia al PSOE, al PP , a IU, al Recreativo de Huelva o a la Asociación Protectora de Delfines?