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Los alemanes os consideran perezosos, derrochadores, sucios e irresponsables… Lo lees en las páginas de un suplemento dominical. Tú, y a tenor de lo sucedido el pasado jueves, descubres, sin embargo, a un pueblo ejemplar, el mismo pueblo ejemplar que hizo posible, hace ya mucho, una transición pacífica, modélica, que ahora, "a toro pasado", únicamente algunos dan en cuestionar. Unos mil quinientos radicales (¿lo eran realmente todos?) pretendieron "asaltar el Congreso". Pero no contaron con el apoyo de infinidad de plataformas que no estaban (que no están) por la visceralidad. Esos colectivos que, al ausentarse, no hicieron sino reforzar la legitimidad de sus demandas (¿deberían tomar nota los autores de los "escraches"?). Ese es el pueblo que tenéis… Fue , la suya, una gran lección de civismo. El grito, callado y a la par ensordecedor, que exclamaba un "así no". Ahora sabéis cuántos son los que propugnan desde la irracionalidad metodológica unos postulados llevados al extremo. Ahora, también, deberán enmudecer aquellos que censuraron, a partir de esos mil quinientos, el 15M o colectivos parecidos, los que ahora contarán con una voz con más peso, por sensata. Lo que no sabes, a ciencia cierta, es si ese pueblo se merece a la clase política que tiene, salvo honrosas excepciones excepcionales… Es una interrogante meramente retórica: conoces la respuesta… Como tampoco sabes si los actuales dirigentes de los partidos políticos podrían mirar, cara a cara, sin sonrojarse, a esas multitudes que, pese a lo justo de sus reivindicaciones, son todavía capaces de no recurrir a la violencia y, con su inasistencia, hasta incluso censurarla. A ese pueblo le obsequias un sueño, porque es lo único que tienes… En él las dos grandes formaciones políticas (y, por extensión, casi todas) pedirían perdón a la ciudadanía, efectuarían una total y radical regeneración interna para, luego, hacer posible un puntual gobierno de concentración. Un gobierno que, a la espera de acabar con la crisis, procedería, por lo menos, a otra regeneración, la del Estado.

–¿Qué incluiría? –te preguntas-.

Lo sabe ese mismo pueblo. Y te contestas: listas abiertas, voto en conciencia, respeto a la vida en todos los estadios, supresión del Senado, reducción brutal del gasto público, persecución implacable del fraude fiscal, pactos de Estado en pensiones, Educación y Sanidad, reducción del número de diputados, independencia verdadera del poder judicial, supresión de subvenciones a partidos, sindicatos y asociaciones empresariales, cultura del diálogo, abolición del sectarismo, del revanchismo, del odio, políticas encaminadas a los más débiles, control férreo a la banca y un largo etcétera…

– Nada nuevo –te dices-.

– Nuevo, por inexistente –te contestas-.

El jueves pasado fue, efectivamente, un buen día. Puede que los alemanes os vean como perezosos, derrochadores, sucios e irresponsables. Tú solo ves, en cambio, a "perezosos" que apuntalan con su trabajo un país en ruinas; a "derrochadores" que con su solidaridad evitan el desastre de tantos familiares y extraños; a "sucios" que con su limpieza ética echan de su seno a los violentos… Como ves a los "irresponsables" que, pese a estar cargados de razón y, probablemente, de rabia contenida, no tan solo no fueron, hace unos días, eso, irresponsables, sino que dieron un ejemplo heroico de civismo: "¡Así no!"
-Algún día –vuelves a tu quimera onírica- ese pueblo tendrá la clase política que se merece…

Y, evocando las palabras recién pronunciadas, miras el periódico para, transgrediendo algunas de tus normas de conducta, hacerles a los alemanes que contestaron a esa encuesta, un buen corte de mangas… A Roig, sin duda, le habría gustado.