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No es lo mismo la calle del Conde de Asalto, que un conde dando saltos por la calle. (Me disculparán el chiste malo). Tampoco es lo mismo la Encuesta de Población Activa (EPA) que los datos de inscritos en las oficinas del INEM o del SOIB. La primera cayó como un mazazo la semana pasada, al anunciar la cifra de 6.220.700 parados. Nunca un dato de paro había tenido un impacto tan enorme. La segunda se conoció ayer y dice que están inscritos como demandantes de empleo 4.989.193 desocupados. Lo primero es una encuesta y lo segundo los datos de inscritos contados uno a uno. ¿Cuál de las estadísticas es la verdadera?

Seguramente ninguna. En la encuesta deben figurar, imagino, aquellos que ya no cobran subsidio y que creen, con motivo, que permanecer en los registros de demandante de empleo no sirve de nada. Todos los que puedan trapichearán en la economía fantasma.

Lo que no tiene sentido es que la estadística provoque esquizofrenia y no solo en los espectadores, sino entre los políticos y comentaristas de todo tipo y plumaje. No puede ser que en la tertulia de una semana se diga que "esto se hunde". Y siete días después, parece que hemos bajado el último peldaño y ya estamos escalando.

Es la diferencia entre los números y las personas. Si los números nos confunden, pensemos en las personas. Ojalá fuera cierto lo que dijo ayer Bauzá que la tendencia a la recuperación económica se ha consolidado. Lo dicen los números. Cinco meses con descenso del paro. Pero si observamos lo que pasa a nuestro alrededor estamos muy lejos de haber superado nada. Seguimos en la lucha. No se ha alcanzado meta alguna. Los discursos triunfalistas no ayudan ni a quien los pronuncia, sobre todo si tiene la misión de mejorar los números.