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¿Pagaría usted una millonada por un cuadro para colgarlo luego en el salón de su casa, si en él hubiera una gran letra A, dos chorretones de tinta negra y una cruz también negra, pintada con brocha gorda además de muy mal hecha? ¿A qué no? ¡Hombre claro! A quién le puede gustar semejante cosa colgada en el salón de su casa teniéndola que ver todos los días.

Pero amigo mío, permítame una maldad: y si ese mismo cuadro estuviera firmado pongamos por Tapies… ¿qué? ¡Claro! Pero es que Antoni Tapies es otra cosa, me dirá usted, probablemente sin darse cuenta que está mintiéndose a sí mismo, ya que solo ha sabido que era un verdadero Tapies cuando ha leído el nombre, y ese es el gran fraude mental que solemos hacernos a nosotros mismos, tantas veces y con tantas cosas. De manera, que no se suele pagar una millonada por el resultado de una obra pictórica si no por el nombre. Fíjese, se lo pondré más fácil: supongamos que tenemos un auténtico Tapies sin firmar, y voy pongo por caso, y lo firmo yo ¿pagaría usted lo mismo que si lo firmara Antoni Tapies? ¿Verdad que no?, y tómese cuenta que le hablo del mismo cuadro. Convengamos pues que no pagaría usted por el cuadro si no por la firma. Por eso, algunas obras, que dejan mucho que desear, se han pagado por ellas millones debido a la firma.
En una calle del rastro madrileño (la calle de la pintura le dicen) tengo vistos algunos domingos, magníficas obras, merecedoras de estar en mejor lugar. Les aseguro que en más de un museo causarían sensación y embeleso, cosechando calurosos elogios de la crítica más especializada, y sin embargo, están apoyados en una mugrienta pared de una calle madrileña y por un precio irrisorio ¿sabe usted por qué? Pues simplemente porque aún su firma no es cotizada, en la mayoría de los casos no lo será nunca.

Cuentan del gran Miguel Ángel Buonarroti, que terminada de esculpir una piedra en mármol de Carrara, mandó llevar ésta a la iglesia que le había hecho el encargo. El gran maestro del Renacimiento, que para muchos es quién inicia el barroco, se le ocurrió no firmar la obra, pues quería ver qué opinaba la gente desconociendo el autor de la misma, pero sobre todo tenía interés en los "expertos". Y lo que opinaron fue, que no estaba mal, pero que nada tenía que ver con las Pietá del magnífico genio italiano. Dicen que enrabietado, grabó como nunca su nombre, y en esta ocasión en la Virgen.

Hace unos días, Steven A. Cohen, ha comprado un Picasso. El magnate estadounidense, adquirió "Le Reve" (El sueño). Óleo fechado en 1.932. Para el curioso lector, diré que se trata de un retrato de la amante de Picasso, pagando en dólares 155 millones (120 millones de euros). Presten atención ahora al siguiente dato: en el año 2.006, un día después de que Wynn que tenía esta obra en su casa, pensara vender este Picasso a Cohen, andaba el dueño de la obra enseñándolo a unos amigos y críticos, cuando no se sabe muy bien cómo, le atizó tal codazo que atravesó el lienzo, dejando como ustedes pueden suponer, unos terribles desgarrones, por lo que la obra, tuvo que ser algo más que restaurada. Finalmente, ha resultado que dicho percance en vez de restarle valor se lo ha aumentado, de manera que se ha pagado por ella el precio más alto abonado por un coleccionista estadounidense por un cuadro. Si ustedes no conocen esta obra, miren por internet y pregúntense si estuviera firmada, pongo por caso, por su vecino, si pagaría usted por ella más allá de 100 euros. Ahora mismo les digo que Steven A. Cohen, tampoco, si "El sueño" estuviera firmado por un anónimo vecino mío o de usted.
Es verdad que hay algunas obras de autores anónimos, autores desconocidos que gozan de gran fama y precio impagable, pero el 99% de esas obras, forman parte de lo que podríamos llamar pintura clásica, siendo además, de una magnífica, cuando no extraordinaria, ejecución. Por ende, acompañadas de una histórica lista de ilustres propietarios, que de forma colateral, son quienes encarecen esas obras.

La pintura actual, me refiero a aquella que tiene menos de 100 años, o no existen o son escasas las obras de arte anónimas de artistas desconocidos que en el mercado del arte llegan a costar una millonada, sobre todo si esas obras han sido creadas en la vecindad de estilos de Tapies, algunas obras de Picasso, Saura, Andrés Derain, Franco Bulletti o J. Itten. No me puedo imaginar un cuadro anónimo dentro de estos estilos, por el que se pague una cifra elevada.

En el mundo del arte, no son pocas las veces que se da cita una gran dosis de hipocresía.