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La gran demanda que tienen espacios como Son Putxet o Sant Joan de Missa anima a la Diócesis a emprender la aventura de crear una casa de colonias en Sant Joan des Vergers de Maó, idílico remanso de paz a tiro de piedra de la estresante Vía Ronda. La rentabilidad social de este tipo de iniciativas es ilimitada, ya que promueven actividades de convivencia, tanto laicas como religiosas, verdaderos másters para los más jóvenes y válvulas de escape para los mayores. Que Maó no tenga aún albergue ni casa de colonias, con la inhibición al respecto de la autoridad competente, es un fenómeno para estudiar. Todos los gobiernos, de todos los niveles y colores políticos, se llenan la boca cuando hablan de juventud, de lo importante que es llevarla por el buen camino, pero luego sus iniciativas en este sentido se quedan en simples anécdotas festivas de poco calado y bajas opciones reales de éxito. Una casa de colonias no erradicará el alcoholismo prematuro, ni el acceso a las drogas, ni el fracaso escolar. No hay que ser ingenuo. Estos problemas son estructurales, con familias que dimiten y sociedades que aceptan, con referentes equivocados y perspectivas difusas. No ayuda en nada la generalización, la estadística abstracta, el diagnóstico hiperbólico y el alarmismo. Los jóvenes, como tales, buscan y seguirán buscando siempre forzar los límites, disfrutar, ir más allá que el colega, salir, beber y el rollo de siempre. Pretender que todo pollo de 16 años dedique el "finde" a hacer puzzles bebiendo zumo de piña es un mal punto de partida. Es irreal, como grotesco es que haya imberbes borrachos. Y ante la aberración, no hay más remedio que forjar a fuego lento un nuevo escenario social y familiar para los jóvenes. En él tiene un perfecto encaje la casa de colonias de Sant Joan des Vergers.