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La imagen turística más típica de Menorca es una playa virgen casi desértica. La realidad de los dos meses en que se concentra la temporada turística no es así. La costa sur de Ciutadella y la costa norte de Es Mercadal reciben un gran número de visitantes y algunos aparcamientos se saturan en pocas horas. En Cala en Turqueta, a las diez de la mañana ya no se encuentran plazas libres. Por tanto, se produce una frustración de muchos turistas que esperan acceder al paraíso natural de las playas vírgenes, mientras el número de vehículos representa una presión sobre áreas protegidas, mucho más importante que el número de bañistas. La organización de algunos aparcamientos más alejados de las playas, en Cala Mitjana y La Vall, por ejemplo, es un paso positivo, pero no se están aplicando otro tipo de soluciones que mejorarían el acceso y la conservación. Ha sido una empresa privada, Autocares Torres, la que ha tenido la idea de establecer un servicio de autobús con La Vall. La idea de lanzaderas en espacios como Macarella nunca se han concretado, a pesar de que es evidente su interés. Celebrar el 20 aniversario de la Reserva de la Biosfera debería ofrecer algunos resultados concretos. Actuar para atajar esta problemática histórica sería una buena iniciativa, en aras del ansiado modelo sostenible.