TW
0

El reallity de cocina Master Chef ha salvado parcialmente a TVE del debacle de las audiencias, pero este espejismo puntual no esconde la realidad de una televisión pública que se ha convertido en un panfleto infumable al servicio del Gobierno. Sus informativos son auténticos anuncios propagandísticos del poder, el espíritu crítico brilla por su ausencia y el despido de los periodistas con talento se ha convertido en el deporte favorito de sus gerentes, personajillos puestos a dedo para ladrar cuando sus amos silban. Podemos afirmar sin miedo a equivocarnos que este gobierno se lo ha cargado todo, incluso las poquitas cosas buenas que hizo el anterior.

Por lo anteriormente expuesto entenderán que haya enviado el canal de TVE a las catacumbas del dial digital, al lado de Telecinco y todos sus satélites y junto a teles como Intereconomía, con lo caspa lo que se debe hacer es amontonarla y mantenerla juntita en un rincón, no vaya a ser que a alguien le dé por soplar y se esparza por todos los lados.
Pero les confieso que de vez en cuando me dejo llevar por mis bajos instintos y por eso de escuchar de todo, aunque sea para no aprender nada, le hago un zapeo rápido al rincón del periodismo servil.

En una de esas excursiones me tope con la final de Master Chef y decidí quedarme hasta el final, no les voy a dar mi opinión sobre el programa, cada cual tendrá la suya, únicamente quiero compartir con ustedes una absurda reflexión que me vino a la cabeza mientras veía cocinar a los concursantes: imagínense que las medusas fueran comestibles.

Y como es verano y hace calor empecé a tirar de este hilo absurdo de la siguiente manera: si las medusas fueran comestibles igual uno de estos concursantes podría elaborar una caldera de tan gelatinosos animalitos, pero si las medusas se pudieran comer tendrían un precio, si tienen un precio alguien las pescaría y les sacaría un rendimiento, fijo que al haber negocio surgiría un Bárcenas de turno sacando tajada de la fiesta, con los "barcenitas" o "urdangarines" las medusas ya estarían extinguidas por sobreexplotación y entonces pedirían ayudas públicas para su conservación, pero como los gestores tan torpes que tenemos, y tuvimos, han arruinado al país, las ayudas vendrían de Europa y las medusas quedarán en manos de la Troika, y llegados a este punto no sé si alegrarme o lamentarme porque las medusas no tengan ningún valor comercial. Es más, en el cenit de mi locura estival y mientras Ferrán Adrià probaba los platos de los concursantes le grité a la tele: ¡Quiero ser medusa!

Y con ese grito idiota lo que en realidad quería decir es: quiero que me dejen en paz, quiero que nos dejen en paz. Pero no lo harán, queridos lectores, porque a diferencia de las medusas a nosotros nos necesitan para seguir exprimiéndonos como a un limón para pagar el gasoil de sus yates.

Como compensación, y para terminar, les invito a imaginar una mesa con los comensales que ustedes prefieran obligados a comer una deliciosa caldereta de medusas, sin saña pero sin pausa, solo por reírnos un rato.