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Lo sucedido estos días con el presidente de Bolivia, Evo Morales, ha sido realmente humillante. La decisión de los gobiernos de Francia, Italia y Portugal, de cerrar su espacio aéreo al avión del mandatario procedente de Rusia ante la simple sospecha de que el exagente de Inteligencia de Estados Unidos Snowden iba a bordo ha sido vergonzoso. Países que se autocalifican como cuna de las libertades han violado los tratados internacionales de solidaridad y cooperación entre países amigos. Todo ello, a buen seguro, por una llamada de alerta realizada a las altas autoridades europeas por otro adalid mundial de la democracia y defensor de los derechos civiles, los Estados Unidos. Otro país, al que el propio Snowden ha sacado los colores revelando que lleva años espiando a las embajadas y las instituciones europeas y, por tanto, jugando con ventaja en las transacciones comerciales que se realizan en el mundo en una situación crítica de recesión en media Europa. Países adalides de la democracia que son a la vez incapaces de llamar golpe de estado a lo que está sucediendo en Egipto, donde el Ejército ha derrocado al presidente Mohamed Mursi ,elegido democráticamente hace apenas un año. Los derroteros autoritarios del exmandatario egipcio y el hecho de ser el líder de un partido de carácter islamista no son argumentos suficientes para la tibia respuesta dada por estos países respecto al derrocamiento de un presidente legítimamente elegido. La diplomacia hipócrita se impone en Occidente. Apenas quedan países que sean referentes y espejos políticos, éticos y democráticos en los que mirarse.