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Sábado a mediodía. Sentado en un sofá escucho a Van Morrison con un Negroni en una mano y un periódico en la otra. Un platito con ocho aceitunas y tres anchoas me contemplan. J.L. Alvite afirma que la edad de un hombre no está en la documentación sino en el carácter, y lo que frena a muchos hombres en su entusiasmo tardojuvenil ya no son la moralidad o el pudor sino la maldita próstata.

La gente vive más años que antes. ¿Otra conquista socialdemócrata o simple evolución genética inducida por una mejora de la alimentación? Nadie sabe ya si es que la juventud dura más tiempo o que la vejez se alarga.

El franquismo decretó que la "vida activa" de un hombre "acababa" a los 65 años. Se asumía que la edad de jubilación era su límite legal y casi vital. Pero ya no es así y no siempre por inducción legal sino por voluntad propia. Actividad y conservación corren paralelas. La edad de un hombre no está solo en el dinamismo del pito sino en saber mantener la frescura de mente y en poder continuar con el esfuerzo diario que dignifica su vida. La comodidad, la pereza y el ocio ayudan a la senectud y anticipan el ocaso.
Decía Malraux que los hombres son penes de alquiler. El sexo es salud y su práctica debería ser obligada para la mejora de las condiciones vitales del hombre. Me admiran los ejemplos de tipos como Rod Stewart, el mismo Van "The Van", los Stones, gente que a sus casi setenta años (o más) se mantienen en plena forma... en todos los sentidos.

En Menorca conozco a mayores de 80 años que siguen productivos por voluntad propia. Un amigo sigue viajando casi semanalmente a Bruselas, Túnez, etc., Otro, ya de 92 años, sigue rigiendo su tienda en Mahón. Efectivamente, tiene razón Alvite: la edad está en la salud y en el carácter.