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Creo que el Consell no debe pagar 44 millones de euros en 32 años a Cesgarden. Sencillamente porque no puede. Es cierto que una sentencia judicial firme le obliga a ello, que a los jueces no hay quien les tosa -solo Miguel Blesa-, que el respeto a la seguridad jurídica es fundamental, que los promotores han salido perjudicados de todo el proceso y merecen una compensación. Todo eso son verdades como puños. La otra versad es que el Consell no puede pagar porque debe atender servicios básicos, necesidades prioritarias de los menorquines que pueden archivarse para indemnizar a un empresario hotelero.

El caso Cesgarden es rocambolesco, surrealista. Se debe indemnizar no porque se descalificaran los terrenos del hotel de 5 estrellas, sino porque en el cambio de ubicación se eliminaron 128 plazas. Y el juez Gabriel Fiol acepta la petición de los demandantes: 128 plazas, por una ocupación media del 60 por ciento, por 125 euros la noche.... Total 16,1 millones de indemnización más los intereses. No creo que nadie dude a estas alturas que sería mejor ver allí un hotel de cinco estrellas que pagar 1,3 millones al año durante 32 años. Nadie, excepto el promotor, que en estos tiempos preferirá la renta de la indemnización que explotar un negocio hotelero. No puedo comprender que la lógica judicial impida que se compense a Cesgarden con terrenos y con expectativas urbanísticas. Las mismas que tenía en 1999 más los intereses.

¿Qué pasaría si el Consell no pagara? Que se embargue la sede y el presupuesto, que después se corte la luz por impago, que los funcionarios no cobren el salario, que el presidente vaya a la cárcel. Lo que decía, un caso surrealista que si al final termina con el pago será digno del mejor cuadro de Dalí. El del tiempo derretido.