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Lo de aparecer en la televisión siempre ha tenido su punto. Cuando la primera y la UHF se repartían de forma desigual pero en exclusiva la audiencia, aquello de hacerse presente en el comedor de las casas de media España a través de los tubos catódicos era una especie de aspiración, de reto, de quimera imposible, solo asequible para valientes que se presentaban a un concurso, ganadores de premios o protagonistas de desgracias. Incluso que el pueblo de uno tuviera la oportunidad de aparecer en la tele era motivo de regocijo. Con el tiempo aparecieron los canales locales y autonómicos, lo que acabó con aquella utopía de aparecer en la tele, objetivo que pasaba a ser más o menos asequible. En los primeros tiempos de IB3 era habitual que entidades y particulares de Menorca propusieran a "Es Diari" hacer noticia de apariciones de menorquines en el canal balear. Pronto nos dimos cuenta de que eso, que un menorquín apareciera en la tele, ya no era noticia, porque en IB3, una tele local, era lo que tocaba. Aquello, no obstante, era la demostración de que la televisión continuaba teniendo tirón. Ahora hay una amplia oferta de información y ocio en internet, un surtido tecnológico inagotable, incluso una legión de enteradillos que dicen pasar del mando a distancia. Aún así, la televisión mantiene el encanto, el atractivo, de aquellos años de "Un, dos, tres" y "Tocata". Por ello, nos volvemos locos si Mediaset nos da bola como destino turístico. Y con razón, porque por muy internautas y presuntos intelectuales que queramos ser, salir por la televisión continúa siendo lo más.