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Al decir caseros me refiero a los nuestros, a los que hacemos aquí. Los tenemos y no son a base de hierbas e infusiones, son nuestras "festes". Los caixers, los caballos, la música, la bebida conducen a la "bulla", esa milagrosa mezcla que hace que, mientras dure, te olvides de los demás acuciantes problemas. Si no duermes será por la juerga, no por los problemas. Y como aquí no íbamos a ser menos que allá, desde Sant Joan tenemos el veranillo cubierto y si coinciden con algún partidillo de fútbol, que seguro coincidirán, ya tenemos materia prima suficiente para no tener malos y peligrosos pensamientos por lo menos hasta mediados de septiembre. Otra cosa será a partir del 15, cuando la marea turística comience a retirarse, la calma regrese y el toque de fabiol se escuche solo en sueños. No sé a ustedes, pero a mí las mitades no son lo que más me gusta porque llevan más apellido de división que de reparto, de hachazo, de intento muchas veces frustrado de querer hacer aquello de "borrón y cuenta nueva", cuando todos sabemos que los borrones afean y tapan los sagrados renglones de la poesía, de la que deberíamos beber cuando la sed ya es anuncio de vida o muerte. Pero demos tiempo al tiempo, llegará septiembre y todos llegaremos con él. Lo que no puedo asegurarles es cuántos seremos ni en qué estado llegaremos. Tengo un grano de arena en el ojo que me molesta un montón.