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El viernes no pude evitar tener una sensación extraña al ser, tras 50 años, mi último día laboral. Y recalco lo de laboral, porque será el ultimo día que tenga un trabajo remunerado, a partir del lunes seguiré "trabajando", pero mi remuneración económica será mi pensión de jubilación labrada durante todos estos años.

En un día tan especial como hoy, donde algo cambia, pero en esencia no hay cambio, es inevitable que vengan a mi mente muchas sensaciones, recuerdos y vivencias. Ante todo, reconozco que soy una persona privilegiada y muy afortunada, porque la vida me ha dado la oportunidad de llenar estos años de vivencias y sobre todo de personas. Personas con grandes proyectos y valores, que me han enseñado no solo nuestra tierra, sino que hay mundo más allá de nuestro territorio. Países y personas a través de Europa, Asia, América o África que con sus diferentes culturas y pensamientos me han enriquecido como persona y me han ayudado a ser más tolerante y abierto a nuevas ideas, buscando siempre lo positivo.

Como he dicho, han sido años plenos, que no cambiaría por nada, pero no han estado exentos de muchas dificultades y problemas que nosotros mismos nos ponemos por nuestros miedos, falta de sentido común o de no buscar la eficacia en lo que hacemos.
Hoy, sin quererlo, hago balance de estos años de vida laboral, empezando por mi niñez en Marchena, donde siempre iba corriendo, participaba en todo y disfrutaba, pero también tenía obligaciones, como cuando salía de la escuela y tenía que ir con mi hermano Joaquín a recoger un saco de yerba para cebar al cerdo que siempre había en casa para la matanza. Recuerdo mi primer trabajo remunerado, con menos de 10 años, como monaguillo en un convento, donde tenía que estar todos los días a las 7 de la mañana y me pagaban un litro y medio de leche. Con 12 años estuve trabajando dos meses en un molino de aceite por un duro la hora, durante doce horas al día. Después marchamos a Menorca, donde me encontré una sociedad muy distinta a la de mi Marchena natal, sociedad que nos acogió y nos hizo sentirnos en casa desde el principio. Allí trabajé en una platería y como montador de instalaciones de aluminio. En las vacaciones aprovechaba para hacer otros trabajos y adquirir experiencia, a la vez que obtenía un dinero para costear los estudios. Fue muy constructivo el año que viví en Barcelona, donde trabajé en una fábrica de máquinas de escribir y en una metalúrgica. En ese año pude tener conocimiento de primera mano de la realidad de la sociedad catalana y de la emigración de hombres y mujeres de mi Andalucía natal, en una época tan viva como fueron los primeros años 70.

A mi vuelta a Menorca empecé a plantearme preguntas sobre cual quería que fuese mi proyecto de vida. En esto aparece Andalucía, que sin saberlo siempre estuvo ahí, durante un tiempo vivo contradicciones que me llevan a tomar una decisión, volver a Andalucía a trabajar por mi tierra. Pese a mi convicción, no fue fácil abandonar Menorca con 24 años, dejando a familia, amigos y a una sociedad que siempre me hizo sentir parte de ella y a la cual le tengo un agradecimiento y cariño máximo. Menorca me dio la base que me ha permitido ser lo que soy.

Empieza una nueva vida en una tierra de la que había estado ausente muchos años, ni lo era entonces, ni ha sido fácil afrontar este cambio, pero me alegro cada día de la decisión que por aquel entonces tomé. Soy afortunado, he podido participar en todos los acontecimientos que se han producido en Andalucía en los últimos 40 años, sindicalismo agrario, transición, autonomía, desarrollo hacia el siglo XXI.

Puedo decir bien alto que he contribuido a que en Andalucía existiese una sociedad civil activa, y de eso me siento muy orgulloso. En estos años, el paso por el sindicalismo agrario, el movimiento ecologista y en mi labor al frente del sector de la producción ecológica, me han enriquecido y me han permitido conocer una realidad que es fundamental para dar respuestas a las demandas prioritarias para nuestra sociedad como son la alimentación y la conservación del medio ambiente.

Como decía al principio, hoy acaba mi vida laboral, entendiendo como tal a aquella en la que uno hace un trabajo y obtiene una remuneración por ella. Pero no acaba mi vida profesional, pues esta reside en mi experiencia, mis ideas, mi esfuerzo y sobre todo mi compromiso, y para esto no hay jubilación ni marcha atrás. Y como evidencia, durante este mes de agosto, vacacional por excelencia, estaré cumpliendo con citas contraídas en varios lugares de Andalucía y Castilla-la Mancha y acompañando a los compañeros que estarán de guardia en el trabajo.

Nunca he tenido en mente las vacaciones, esto responde a una forma de ser y de disciplina personal, quizás la sociedad menorquina influyó en esto. Pero también es necesario cambiar el rumbo o la velocidad, tomar perspectiva y valorar las cosas con otro enfoque. En adelante, mi nueva condición me permitirá saborear más intensamente los momentos, y sin renunciar a mi compromiso, intentaré ser una persona más normal, que pueda disponer del tiempo de otra forma, que pare a desayunar o si un día hay que estar más tiempo entre amigos o compañeros, disfrutar de su compañía aún más, que también es bueno…Y por supuesto algo fundamental en mi vida, disfrutar de la familia y de mis nietos.

Desde el lunes próximo seguiré aportando, pero será distinto, seré más libre, no habrá condicionamientos y lo haré con un enfoque más sosegado, seguiré fomentando nuevos proyectos de apoyo y fortalecimiento del sector ecológico, trabajando en buscar soluciones para los problemas de nuestra sociedad, como pueden ser el exceso de burocracia o una administración poco eficaz. Es necesario trabajar por fortalecer el sector, por unir y aportar en positivo. En hacer un sector con una visión global, desde el desarrollo de la producción, la investigación e innovación, valor añadido o comercialización. Los retos son importantes, yo seguiré contribuyendo a nuestro objetivo y en este debemos estar todos, cada uno desde su sitio, pues ninguno, estemos donde estemos, podemos ser ajenos al compromiso con nuestra sociedad.

Y sobre todo, en estos en los que el sistema democrático por el que tanto luchamos vive horas bajas, seguiré defendiendo los valores que lo sustentaron. Y por supuesto defendiendo la autoestima, la dignidad y el reconocimiento de los hombres y mujeres del campo. Sin duda, queda mucho por hacer.

Y quiero terminar dándote las gracias, por haber podido compartir contigo este fructífero periodo y el cual me ha permitido ser la persona que soy, hacer el trabajo que he hecho y estar aquí hoy despidiendo una etapa, con energía de sobra para afrontar una nueva fase, un nuevo proyecto en el que el compartir y trabajar conjuntamente es lo que dará resultado.

Te deseo un buen mes de agosto, que puedas disfrutar y que sigamos fomentando la amistad y el cariño. Que nos sintamos más personas y con más valores. Con cariño y hoy más que nunca, una sonrisa y, como dijo Charles Chaplin, "un día sin sonrisa es un día perdido".

La vida sigue y lo menos que se espera de nosotros es que sigamos trabajando y disfrutando de ella.