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Mientras el año sigue su curso, un nuevo curso está a punto de empezar. La rueda sigue girando. El verano se va consumiendo como una colilla (un helado, para los no fumadores) dejándonos recuerdos que, cual tesoro inmaterial de la personalidad, mantendremos resguardados en nuestra memoria de los avatares del tiempo.

Se aproximan las fiestas de Gracia (Virgen de Gracia, para los creyentes); de Maó, para unos; de Mahón, para otros. Fiestas, en definitiva, que nos recuerdan de dónde venimos y nos ayudan a olvidar, por unos días, a dónde vamos.

Nuestro paso por las cuatro estaciones de Vivaldi nos conducirá al otoño: ese lugar de árboles alopécicos e impetuosas tramontanas, que se extiende entre un tiempo sudoroso, festivo y repleto de gente...y un tiempo frío, de temporada baja y conflictos emergentes.

Pasado el calor intenso de barbacoa y peligro de incendio, vuelve el aire limpio de los días lluviosos que riegan el bosque. Seguiremos esperando la mejoría macroeconómica tantas veces prometida. Algunos expertos vaticinan que en el 2014 dejaremos de caer (puede que nos estampemos contra el suelo)...

Septiembre traerá novedades (la moda de invierno). Aunque bien pensado, no hay dos meses iguales...ni dos sin tres...ni es oro todo lo que reluce; con lo cual, vale más prepararse para lo peor, que si luego no llega, eso que nos alegraremos de habernos equivocado. Los conflictos no van a cesar. No hay que hacerse falsas ilusiones. Algunos son tan viejos, que hasta podrían jubilarse, pero irrumpirán otros nuevos o desconocidos, que reclamarán machaconamente nuestra atención como un niñito malcriado.

El mundo padece una crisis global, con deudas acumuladas que nunca podremos pagar; cambios geoestratégicos impresionantes y guerras civiles devastadoras; catástrofes medioambientales de consecuencias imprevisibles; tecnologías que lo transforman todo, provocando la creciente obsolescencia de formas de vida y gobierno tradicionales...pero no debemos preocuparnos. Ni todos los cambios son malos, ni las cosas tienen que ir siempre a peor. Si no hubiésemos cambiado continuamente, desde los inicios de la Humanidad, ahora no estaríamos aquí, hablando civilizadamente sobre lo mal que nos va todo. Seguiríamos luchando por sobrevivir, peleando contra fieras y alimañas en plena naturaleza.

También hay tensiones locales o periféricas. Tensiones autonómicas, por decirlo así. En tiempos de gran incertidumbre y descontento popular, crecen las dudas o desacuerdos sobre la identidad colectiva; los fanatismos, radicalismos e intolerancias de todo tipo van en aumento...junto a un reparto crecientemente desigual de la riqueza.

Agosto se agosta pero también nos esperan algunos momentos agradables y llenos de esperanza tras el verano. Tal vez deberíamos concentrarnos en ellos, porque está claro que nuestra capacidad de procesamiento es limitada. Cuando algo o alguien nos llenan de felicidad y alegría, no nos queda espacio mental para pensar en nada más durante un tiempo. Simplemente, lo triste no nos cabe en la cabeza.