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La humanidad se divide entre los que son del dulce o del salado, del Barça o del Madrid, de playa o de rocas, de avión 'no problem' o de fobia al avión, del aire acondicionado o de odiarlo, de mejillones con chorrito limón o de sin limón, de madrugar o de sufrir con el despertador, de facebook o de no saber qué es esto, de Papa Noel o de Reyes Magos, y, sobre todo, de invierno o de verano. Aún así, los del invierno deben reconocer que el verano ofrece exquisiteces culinarias que las bajas temperaturas no posibilitan, manjares que compensan el pegajoso calor, los mosquitos, la ausencia de Champions y la presencia de ejércitos de gentes extrañas a los que damos la bienvenida por lo que gastan. La estrella del verano es, sin duda, el "oliaigu", plato de sencillez extrema pero que si cuenta con óptimos ingredientes es inigualable (y si te los regala una adorable vecina, ni te cuento), y que marida a la perfección con un fruto tan fugaz como sabroso, los higos. Quizá por la alta estacionalidad de la combinación gastronómica el Consell no incluye el 'oliaigu' en su campaña promocional basada en productos locales, y repite con los clásicos de siempre. Porque siempre nos ha costado con el 'oliaigu', casi imposible de encontrar en restaurantes, sin más promoción que la oral, reducido a comida menor, de andar por casa, aplastado por la caldereta de langosta y los arroces. Está bien que el Consell busque promociones alternativas a la foto de la playa, que intente captar al turista divulgando lo que hacemos, pero con la última campaña peca de poco atrevida y repite con el queso (el nuestro es el mejor, pero hay miles en el mundo), los embutidos, el vino (?) y el calzado. Si el objetivo es diferenciarnos, llamar la atención, hay que ser más originales, más atrevidos, ir más allá de lo previsible, impactar. 'Oliaigu', y mucho más.