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Intentaré, Sr. Camps Casasnovas, contestar a la carta que publicó, en este mismo rotativo, el pasado domingo día 15. Y hacerlo con educación. Quizás pueda, como docente, con treinta y dos años de experiencia a mis espaldas, enseñarle así algo. Para ello obviaré la visceralidad y acudiré a la argumentación y a los hechos meramente empíricos.

1º.- Tiene usted razón al señalar que esta huelga nada tiene que ver "con cuestiones laborales". Gracias por reconocérnoslo. No exigimos ningún beneficio propio. Solo lo que la ética nos exige: intentar reparar la injusticia que se ha cometido con tres directores sobre cuya dedicación, profesionalidad y honradez no cabe la menor duda. Me gustaría que se miraran metafóricamente en el espejo de su conducta muchos políticos, entre los que le cuento.

2º.- Pero se equivoca cuando señala textualmente que no son tampoco las cuestiones pedagógicas las que nos inducen al paro. Porque lo son. ¿Cree usted, sinceramente, que un niño, en primero de ESO, está capacitado y debidamente preparado para recibir, de bote pronto, ya, en inglés, clases de, por ejemplo, Matemáticas? ¿Cuántos padres con hijos en los lindes de ese mismo primero de ESO desearían que eso sucediera? ¿Qué nuestra motivación es política? Todo es política en la vida, pero no entendida ésta como algo barriobajero, fanático, adoctrinador y totalitario. Esa es "su" política, pero no la nuestra. Por cierto: fíjese en los rostros de algunos manifestantes: no le será difícil ver a simpatizantes y votantes del PP.

3º.- Su segundo párrafo tampoco tiene desperdicio. Su finalidad es tan clara que pierde toda su fuerza argumentativa. Lo que pretende es indisponer a la sociedad en contra de los profesores, aludiendo a los tópicos de siempre: horas de trabajo, sueldos, estabilidad, vacaciones… Y, al hacerlo, miente. Espero que no a sabiendas. Usted alude únicamente a las horas de clase y se olvida de esas otras horas que, por molestas, obvia con una demagogia de párvulo. No hace referencia, por tanto, a guardias, coordinaciones, atención a padres, equipos educativos, claustros, horas de atención tutorial… ¿Sigo? ¿Y si le sumamos las horas invisibles que realiza el docente en casa con la preparación de clases y corrección de exámenes, ejercicios, trabajos, redacciones, dictados, problemas y un largo etcétera? Le pondré un ejemplo empírico: corregir un solo ejercicio de lengua (su contenido, pero también su coherencia, cohesión y corrección ortográfica) implica, en el mejor de los casos, unos 15 minutos. Le simplificaré el ejemplo para que pueda entenderlo: en 60 minutos se valoran cuatro exámenes. El promedio de alumnos que un profesor tiene cada curso asciende a unos 130. Coja la calculadora y verá que cada vez que un maestro o profesor califica una prueba, una sola prueba, invierte en esta tarea infinidad de horas que no quedan registradas, que no se visualizan… Pero no es una prueba, son infinidad de ellas… ¿Cuántas horas dedica usted a su muy honorable y productiva tarea?

4º.- En relación a la estabilidad laboral he de decirle que no se nos la ha regalado. La hemos conquistado. Hemos efectuado unos estudios universitarios que, gracias a los magníficos gestores que rigen nuestros destinos, hemos tenido que costearnos, en multitud de casos, compatibilizando estudio con trabajo. Con posterioridad hemos pasado por una interinidad, por unas oposiciones, por concursos de traslados y un largo etcétera. ¿Qué se le exige, en cambio, a un político? Puede que me diga que sus oposiciones son equivalentes a unas elecciones. Pero errará nuevamente. Usted sabe que un diputado se convierte, casi siempre y por desgracia, en diputado no por méritos propios sino por las siglas que lo amparan.

5º.- Alude, más adelante (¿cómo no?) al fracaso escolar. Resulta difícil que éste no exista cuando cada cuatro años y medio (este es el promedio) se nos efectúa una reforma educativa que no nace del consenso, de la búsqueda de opiniones de expertos y de un largo etcétera, sino de la genialidad del político de turno, frecuentemente lego en lo que administra. Y es difícil cuando se ha de dar clase en aulas prefabricadas en las que la humedad impide que se puedan utilizar, en las primeras horas, mesas, sillas y pizarras. Y resulta difícil cuando se ataca al profesorado desde la injusticia y la generalización, cuando no desde la calumnia. Y resulta difícil cuando se efectúan recortes que afectan a los más débiles, a aquellos que poseen carencias importantes y sangrantes necesidades educativas especiales. Y resulta difícil cuando los centros se convierten en meros teatros donde los consejos escolares son alabados cuando adictos al régimen y obviados cuando no. Y resulta difícil cuando las comisiones pedagógicas son exiliadas o ninguneadas… Y…

6º.- Habla (¿habla?) de que utilizamos a los niños como escudos humanos, que nuestra única obsesión es colgar lazos en las fachadas y una larga serie de acusaciones que me resisto a calificar. Se califican por sí solas. ¿Cree usted que esa inmensa mayoría que se opone a lo que ustedes están haciendo y a cómo lo están haciendo está compuesta, en su totalidad, por talibanes, extremistas y sicarios de la palabra? ¿En qué se basa? ¿A qué clases ha asistido usted para comprobarlo? Pero lo que no le consiento -porque no puedo- es que nos acuse de manejar a los alumnos, porque el profesorado, en su inmensa mayoría, ejerce su trabajo desde la vocación y el amor hacia quien sirve. No sé si usted hace lo mismo…

7º.- No contento aún con todo lo anterior nos acusa de no querernos formar. ¡Infórmese! Todo el profesorado se va reciclando constantemente, en nuevas tecnologías, en nuevas formas de gestión documental, en el uso de las TICS, de las pizarras electrónicas, en cursillos de toda índole. Esta responsabilidad se gratificaba ridículamente con unos determinados "sexenios" que ustedes, por cierto, dejaron de abonar… En cuanto a la presión que, según usted, sufren algunos profesores (los buenos) por otros (los malos), he de decirle que tras treinta y dos años de experiencia, y siendo profesor de Lengua Castellana, jamás la he sufrido. Cuando no he decidido acudir a una huelga se me ha respetado y presumo de contar con la amistad de compañeros de muy diversa ideología… ¿Pueden decir, ustedes, los políticos, lo mismo? ¿Son ejemplarizantes en sus modos y maneras cuando intervienen en el Congreso, en el estéril Senado, en…? ¿Saben llegar a acuerdos? ¿Presionan o no a quienes no piensan como ustedes? ¿Tienen una cultura del pacto?

8º.- Y, efectivamente, es bueno saber, señor Camps, que por cada día de huelga al docente se le descuentan más de 130 euros. Es decir: la inmensa mayoría de profesores están dispuestos a pagar casi cuatrocientos euros (de momento) no por defender unas mejoras personales, sino para reparar una injusticia y hacer de nuestros alumnos no escudos humanos, sino humanos que tengan un escudo (el de la cultura y el civismo) con el que protegerse de quienes se basan en la falacia y la visceralidad. Quisiera saber cuántos diputados (entre los que le incluyo) estarían también dispuestos a perder parte de sus honorarios para reparar un daño moral o simplemente combatir un absurdo pedagógico que nace de quien, más que pensar en el futuro de sus nietos, piensa tan solo en las próximas elecciones. Esta última frase, señor Camps, no es mía. Se le atribuye al señor Winston Churchill. ¿Le suena?

9.- El final de su carta es, sin duda, el más apocalíptico. Dice textualmente: "No es de recibo que con el dinero de todos estemos pagando a profesores que enseñan mal, deforman o manipulan, o no muestran ningún interés en reciclarse. Es imprescindible apostar por un sistema de evaluación continua para los profesores. Se debe poder medir sus resultados y pedir explicaciones si no se alcanzan los objetivos". Le ruego, señor Camps, que haga un ejercicio sencillo. Si lo hace, le daré por segunda vez la razón: cambie la palabra "profesores" por "diputados" y contésteme… Porque a usted también le pagamos nosotros, incluso el que esto suscribe…

10.- Finaliza su "carta" con lo que no me tomaré como una amenaza velada, aunque huela a "lista negra": "Lo positivo de esta huelga es que sabremos, con nombres y apellidos, quienes están preocupados por el futuro de nuestros hijos y quienes, por el contrario, juegan con los alumnos para conseguir objetivos políticos". Le aseguro que la primera lista será muy numerosa, pero no será la suya, será la real. En cuanto a "jugar" con los alumnos con objetivos políticos tal vez usted nos pudiera dar un cursillo, uno de esos cursillos de los que estamos tan necesitados. Y para facilitarle esta lista, le proporciono ya mis datos personales. Están en la cabecera de este artículo. Tiene incluso mi foto. Y le recuerdo: soy profesor de Lengua Castellana. En mi vida he hecho únicamente una huelga. Pero a la próxima me apunto, porque hay algunas líneas rojas que no deben cruzarse, aquellas que vulneran el respeto, la ética y, si me apura, la decencia, cuando no la dignidad.