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Me recuerdan que uno de estos días cumplo años. 28. La penúltima etapa para agenciarme con una plaza en el selecto club 'de los 30'. Un paso que me aleja más del delicioso elixir de la juventud, una colleja más que me da el tiempo hacia la madurez mientras ando rasgando el traje de Peter Pan en el clásico caso del hombre que preferiría quedarse como un niño eternamente.

La verdad, amigo lector, es que llevo raro lo de hacerme mayor. La bolsa y su prima de riesgo, el precio del petróleo o el Euribor me siguen importando lo mismo que cuando lucía unos joviales 16. Entra nada y muy poco. Por eso tengo la sensación de que me estoy haciendo viejo sin cumplir las normas ni los plazos. O 'a la japonesa', quizás.

De hecho, sigo almorzando ignorando las noticias y devorando una y otra vez las mismas y repetitivas temporadas de Los Simpsons, aunque últimamente me haya aficionado a otros dibujos también. Sigo jugando a fútbol mientras me soporten por el Sant Lluís, conservo amistades de cuando apenas era un renacuajo correteando por los pasillos de la extinta 'Salle petita' de Alaior y cuando me preguntan no recuerdo la edad que tengo. 26, suelo decir, porque sé seguro que son más de 25 y, hasta ahora, tenía claro que los 30 me quedaban un pelín lejos.

La verdad es que el paso del tiempo me va dejando alguna muesca. Las resacas, por ejemplo, duran ahora un día y medio, cuando no hace tanto enlazaba noches de farra jueves, viernes y sábado. Lo mismo pasa con las agujetas que parece que las carga el diablo. Y para colmo, he empezado a comer verduras y creo que me estoy aficionando al vino. Sin Coca Cola, por supuesto. Solamente me falta ponerme a hablar de Schopenhauer, hacer referencias a autores clásicos y preocuparme por las patas de gallo. Con un deje de pedantería, llevando una americana de pana y fumando pipa.

Creo que voy a ser un adulto lamentable y eso que todavía no he llegado a los 30. Quizás algún día te sorprenda desde estas líneas escribiendo sobre temas serios, criticando esto o aquello o regalándote una reflexión lapidaria de aquellas a las que les das vueltas justa antes de dormir.

Pero todo esto tendrá que esperar. De momento, si seguimos este camino juntos, tendrás que conformarte con lo que hay, un muchachote 'mig alaorenc' que no presume de nada y que el autor más clásico que conoce es la que escribió Harry Potter. Que lo mismo se le mete entre ceja y ceja dar la vuelta a Menorca corriendo que tirarse al mar cualquier 1 de enero. Y por supuesto, te ofrece un rato de literatura barata y campechana con la que desearte un feliz sábado.