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Hace unos días uno de nuestros representantes políticos me comentaba lo difícil que es transmitir a sus votantes y a la ciudadanía de Menorca en general el trabajo que se realiza en las Cortes.

Madrid queda lejos, demasiado, la versión que nos llega de los debates parlamentarios a menudo está distorsionada y está precedida por esa fama, en algunos casos merecida y en otros no, de que diputados y senadores poco menos que calientan sus escaños, se ocupan más de tuitear con sus móviles que de seguir las intervenciones en los plenos, o directamente hacen novillos.

Para los parlamentarios de provincias es complicado intervenir y restar segundos de protagonismo o robar titulares a los grandes espadas, y sus iniciativas a menudo se diluyen al chocar con los intereses de otros tantos territorios, se lamentan los que cumplen con su trabajo. Sí, generalizar siempre es injusto, incluso cuando nos referimos a la clase política tan devaluada en los tiempos que corren.

Pero es difícil que se restaure la confianza en aquellos a quienes hemos prestado el sitio, para que exijan y reivindiquen, cuando año tras año y presupuesto tras presupuesto algunas necesidades de la Isla siguen sin cubrirse. Alcaldes y ediles son los que tienen que dar la cara ante sus conciudadanos cuando se retrasan infraestructuras básicas, como las relativas al abastecimiento y depuración de aguas. Un lamento comprensible de los ayuntamientos, en contacto directo con la realidad, y que debería unirles en peticiones buenas y necesarias para sus municipios. Sin embargo, las quejas van y vienen según los diputados se sienten en el gobierno o la oposición y acaban rebotando en la disciplina del partido. Por eso, entre otras cosas, aún esperamos la climatización del Museo de Menorca.