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El lujo no es un hotel de cinco estrellas, sino algo más. Y curiosamente, Menorca, que solo cuenta con unos pocos hoteles de esa categoría, sin incluir los que descartó el PTI, ha entrado de lleno en el mercado del lujo. Se trata de un sector que no sufre una crisis, que está centrada en hacer bajar varios peldaños el nivel de vida de las clases medias mayoritarias.

Es cierto que los motores de la economía de la Isla ya no tienen la potencia de antes y algunos están oxidados. A pesar de lo heroico de sectores como el queso, el calzado, la bisutería, a pesar de los intentos de apostar por las nuevas tecnologías, lo que realmente despierta interés, lo que podemos vender es la foto que llevamos a todas las ferias turísticas. El lujo está en el paisaje y hay gente dispuesta a pagar mucho dinero por un fragmento de las vistas. Dicho de otra forma, el esfuerzo por la preservación del paisaje y la naturaleza no ha permitido hasta ahora generar un interés turístico suficiente para sostener la economía insular. Incluso algunos pueden pensar que es contradictorio conservación e incremento de visitantes. Basta el ejemplo de las playas de la costa sur de Ciutadella en pleno agosto. En el futuro, quizás vengan turistas de más calidad, pero este es el presente del todo incluido.

Sin embargo, esa preservación despierta de nuevo el aliciente del negocio, ingrediente imprescindible para impulsar la actividad económica. ¿Queda todavía alguien que piense que se pueden crear puestos de trabajo si no hay quien haga negocio, aportando y ganando dinero?

El mercado del lujo en Menorca tiene nombres y apellidos. Llucalari, Es Banyul, Ses Truqueries, S'Albufera. Hoteles y chalets, con un máximo de 200 plazas en un fragmento del paraíso.

Hace treinta años el exclusivo Club Méditerranée se interesó por S'Albufera de Fornells. Hoy no creo que se trate de un regreso al pasado, pero convendría decidir qué queremos para el futuro.