TW
0

Diciembre me deja frío. Y eso que es un mes entrañable. De balances y buenos propósitos, que se superponen y solapan con los anteriores. Medio siglo ha pasado desde el magnicidio de Dallas, y muy poco desde la caída del Muro de Berlín o de las Torres Gemelas. El mundo ya no es lo que era... pero el mundo nunca ha sido lo que era. Eso que llamamos mundo, es algo demasiado grande que nunca está quieto: siempre se mueve y se nos escapa del presente. Cuando todo es cambiante, contradictorio y problemático... lo único cierto es aquello en lo que creemos. Y a eso nos agarramos en medio de la tormenta.

Festejaremos la Constitución que tanto costó promulgar, y que tan frágil parece ahora. Al perro flaco se le multiplican las pulgas y picores. Guardamos recuerdos de la Navidad, como un tiempo de reunión familiar, regalos, villancicos... que no será tan feliz como antes debido a la gran cantidad de personas que pasan por situaciones de penuria, de pobreza o desánimo. Las tiendas que has visto siempre, se apagan y desaparecen. En el horizonte, el 25 de mayo de 2014, las elecciones al Parlamento Europeo. Van a ser decisivas para nuestro futuro en común. Si no avanzamos, nos hundiremos juntos. Sin Europa unida, no hay salida.

Todo nacimiento es una esperanza, una buena noticia, una renovación imprescindible. De ahí que nos llene de felicidad ser padres o abuelos. Porque la vida es el mayor regalo; y por ella vale la pena luchar, mirar hacia delante y sonreír de nuevo.