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Si la bola del bombo pudiese pensar, se daría cuenta de que el mundo es redondo y da muchas vueltas. Y de que entramos y salimos continuamente de él, debido al extraño azar que nos caracteriza. Experimentaría los deseos sin cuento, temores concretos o infundados, y alegrías sencillas o sofisticadas que llenan la vida de la gente. Meditaría sobre la buena y la mala suerte, y discutiría sus opiniones con otras bolas pensantes como ella, todas juntas y revueltas por una mano invisible, hasta llegar a la conclusión sólida y trascendental que publicaría después en un libro grueso y bien encuadernado.

Se mezclaría con todas las demás y se haría contestataria: - ¡yo no quiero ser solo un número! - exclamaría angustiada. Querría sentirse valorada por la Administración de Loterías y se daría cuenta entonces, de que la Administración deja mucho que desear.

Algunas querrían jubilarse, hartas de rodar y rodar. Otras soñarían plácidamente con el Gordo, con los niños de San Ildefonso o con alguna azafata sonriente de piernas larguísimas. Son tantos sueños rotos, a lo largo de los años...Pero siempre le toca a alguien - pensaría - Y ese alguien no sabe que le va a tocar, como yo no sé si voy a salir del bombo este año o el que viene.

La bola del bombo, si pensase, se daría cuenta de que ella también puede llevar la alegría a los demás, siempre y cuando forme parte de una combinación ganadora.