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El bueno de Carlos Torrent anda entusiasmado estos días con la enésima revisión biográfica de Adolfo Suárez, el histórico presidente centrista de la Transición que un 13 de junio de 1977 dijo aquello de «puedo prometer y prometo», y acabó cumpliendo lo que prometía. ¡Qué lejos queda ya en el tiempo (36 años y medio) y en la práctica! Ahora, otro presidente, el sexto desde los tiempos de Suárez, ha demostrado lo mucho que el devenir de los años ha deteriorado el mensaje y la credibilidad de nuestros dirigentes. Casi por arte de birlibirloque, ha olvidado su promesa de los tiempos de opositor para, preso de las eléctricas, encarecer el recibo mensual un 11 por ciento. El mismo que en la víspera navideña de 2010 echaba en cara a ZP que subiera la luz «a solo cinco días de Nochebuena» ahora va y nos encasqueta un 'tarifazo' mayor en puertas de otra Navidad. Como prometió no tocar la sanidad y la educación, y sus comunidades autónomas se han encargado de sacar las batas blancas y las mareas verdes a la calle. O como aquel alcalde de Ciutadella de amargo recuerdo que prometió bajar el IBI y, antes de hacerlo, lo subió el doble.

Lo malo no es solo que suba la luz, es que de unos años a esta parte sube todo menos el sueldo y el empleo. Hasta el descrédito de nuestros políticos y su incapacidad para conectar con las necesidades de la gente. Un presidente que viviera la realidad de la calle, de las familias, y que no se dejara arrastrar por la macroeconomía, nunca hubiera tomado una decisión de este tipo. Pero, uno tras otro, muchos de nuestros gobernantes parecen empecinados en repetir el mismo error. Y luego, cuando llega la hora de votar, se quejan de que el elector no se acerque a las urnas.

Aviso para los navegantes que ahora tengan la tentación de prometer justo lo contrario de lo que estos difíciles momentos aconsejan. Los ciudadanos no viven de promesas, sino de realidades. Toman nota de todo, y hasta leen a Suárez, aunque sea a la luz de una vela.