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Decía por estas fechas hace un año que el 2013 iba a ser bastante feo. Desgraciadamente parece ser que cada día se me da mejor hacer de pitoniso y peor lo de sentarme a aporrear el teclado vendiéndote, amigo lector, que sé de lo que hablo, de lo que escribo o cualquier cosa por el estilo. Pero aquí nos tienes, tú con tus historias, yo con mis movidas y este 2013 que quema sus últimos cartuchos mientras el 2014 anda medio despistado. El nuevo año no sabe todavía si de verdad será el punto y a parte que tanta gente espera a un bache que se está prolongando en exceso y que, visto lo visto, parece que ninguno de «los de arriba» está dispuesto a arreglar.

A mi la crisis me tiene hasta las narices. Estoy cansado de que la gente sufra en su día a día, de que el paraguas que cubre a los más necesitados esté estropeado por el exceso de uso por parte de los que menos falta les hace, las injusticias. Me irrita ver como cada vez más jóvenes se tienen que largar a otro país en busca de un futuro no porque les empuje el espíritu de la aventura sino porque les ahoga el instinto de supervivencia. Me aborrece ver como los esfuerzos, mínimos por supuesto, se centran en conseguir pan para hoy obviando el hambre que habrá mañana. Me duele ver como recortan servicios que ni son ni nunca serán rentables, pero que resultan necesarios, primordiales y vitales. Y tal y tal.

Confío en que cambie la melodía que suena de una vez por todas y si es necesario, como parece, que cambien los intérpretes. Los que están a un lado y los que están al otro. Y que cambie, por supuesto, el público. Porque hacer que el mundo sea un lugar mucho mejor depende de cada uno de nosotros. Del énfasis, la ilusión y las ganas con las que sazonamos nuestro día a día. Ya te lo decía a finales del 2012 y, probablemente, en el epílogo del 2011, saldremos de esta victoriosos, plantando cara al problema y venciendo al precio que sea. Quizás, incluso, algún día nos riamos de todo esto.

Te planteo, amigo lector, una reflexión sencilla. Las cosas van mal y remediarlo está complicado por lo que lo mejor que podemos hacer es buscarle la parte positiva a todo esto. Reconocer dónde nos hemos equivocado, qué hemos hecho mal o cuándo nos equivocamos de camino. Y aprender para ser mejores.
Porque ahora mismo si nos dieran un deseo pediríamos salir de la crisis en lugar de querer aprender cómo no volver a caer en ella. Y ahí, de nuevo, estaría el error. Feliz 2014.

dgelabertpetrus@gmail.com