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Te preocupa?

La pregunta te asalta mientras deambulas tranquilamente por una Barcelona, hoy, espléndida. Hoy, siempre. La adoras. Te acompañan el espíritu navideño que desprende la ciudad y los ecos de tu pobre rica etapa universitaria... Solo, muy de tarde en tarde, tropiezas con algún factor agridulce: la hiel de los sueños que forjaste ahí; el futuro que dibujaste ahí y los anhelos que ahora duermen ahí, en algún cajero o bajo cartones en las Ramblas.

¿Te preocupa? -iteras-.

Únicamente en la forma, no en el fondo...

Sabes que, para la mayoría, sin embargo, es el fondo y no la forma lo que les inquieta. Hace ya mucho que vuestra clase dirigente se despreocupó de las maneras... Ahora ya no porta, tan siquiera, careta. Os referís, ambos, al proceso soberanista... Y te asombra la ligereza con que éste se está planteando desde ambos bandos: desde quienes lo aceptan y desde quienes lo odian. En Pelayo, en conocida tienda de ropa, una mujer se asegura de que unos pantalones se ajusten a sus apetencias. Hay más seriedad en esa señora que pregunta, se informa y se asesora, que en quienes, directa o indirectamente, favorable o desfavorablemente, pontifican sobre un futuro referéndum. A esos les exigirías seriedad, calma y la apertura de un riguroso proceso de análisis de lo que conllevaría la separación de Cataluña del Estado español. A eso -lo sabes- se le suele denominar rigor. El mismo que rehúye la precipitación o un dejarse llevar por la pasión cuando no por la visceralidad. Cataluña es mucho más que la compra de una prenda de vestir.

¿Rigor? -ironizas-.

Por ambas partes...

¿Y?

Tras el rigor y tras la consecución de una previsión realista, objetiva, fundamentada, documentada, contrastada, racional y no visceral de los pros y los contras, la verdad... Expuesta, al unísono, por el Gobierno central y autonómico, a la totalidad del Estado. Y didáctica. Porque exclusivamente desde la información aséptica y la veracidad, el voto puede ser moralmente válido.

¿Y?

La posibilidad de votar. Pero sin la frivolidad y la premura que os carcome como prurito. Desde la transparencia...

¿Y?

Dotar al proceso de todas las garantías.

¿Y?

Aceptar el resultado, sea cual sea, por ambas partes...

En resumen...

Análisis, verdad, exposición de esa verdad, libertad, acatamiento y respeto...

¿Estás pidiendo a vuestra clase dirigente que sea responsable, reflexiva, que sepa decir y explicar didácticamente lo que hay, que dé libertad, auténtica libertad a sus ciudadanos y que acate y respete el resultado de unas urnas sin barriobajeros juegos posteriores?

Más o menos...

Hoy no es primero de abril.

Quizás porque siempre, en este puñetero país, parece ser primero de abril.

Mientras, la señora persiste en estar debidamente informada antes de realizar su compra. No parece tener prisa. El vendedor tampoco en explicarle las bondades del producto y la existencia de otras alternativas posibles. Hay buen rollo entre ellos. A la salida, y viendo -lo dijiste ya- una Barcelona hoy espléndida, recuerdas aquel viejo dicho de que el político tiene la fea costumbre de crear siempre un problema donde no lo hay... Barcelona, mientras tanto, sigue respirando plácidamente al igual que sus habitantes. Si algún día finalmente éstos son llamados a consulta, les anhelas que hayan gozado de lo ya relacionado: de una clase dirigente sabia, informada y leal que haya mostrado a los jugadores las cartas tal y como son...

¿Estás pidiendo a vuestra clase dirigente responsabilidad, análisis, verdad, didactismo, libertad, derecho a decidir, valentía y respeto? - repites-.

Y, mirando a los transeúntes que deambulan por la/tu ciudad, contestas afirmativamente. Ellos, a fin de cuentas, son los que levantan el país, cualquier país. No es primero de abril. Lo grave, lo que enturbia esa serenidad con la que hoy te mueves, es que, por exigir lo axiomático, algunos malnacidos piensen que estamos, sí, a primeros de abril...