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Eso de empezar un nuevo año, podríamos decir que es de tan poco de fiar como abrir un melón esperando que sea bueno, cuando no se sabe qué cosa lleva dentro. El año que hemos por fin dejado atrás, venía con mal fario, con un 13 agorero o por lo menos perturbador, y así no podía ser un buen año y no lo ha sido. Si a eso añadimos, que aquí, quienes les ponen letra a la partitura política, lo han estado haciendo con esa delicadeza que cabe esperar de un elefante cabreado en una cacharrería, 2013 solo podía ser lo que fue.

El 2014, según nos vino a decir en carne y hueso el mismísimo Sr. Rajoy, va a ser un año liberado de los agobios de 2012, y las penurias para los de siempre de 2013 ¡Dios le oiga presidente! Por qué no sé a usted, pero aquí hay unos paisanos tan perjudicados por la crisis y por sus reformas y decretazos que ya no pueden más.

¡Hombre! Es difícil que el año que hemos empezado venga tan escurrido de carnes y sustancia como fue su antecesor. Probablemente el más destacable entre los años de las vacas flacas que llevamos. Por cierto, ahora que caigo, en aquello de los siete años de vacas gordas y luego siete años de vacas flacas, el profético sueño de José, tampoco fue por eso más allá, y no sabemos qué cosa pasó, cuando empezaron de nuevo a ponerse las vacas lustrosas. Aquí por lo menos, parece que el Sr. Rajoy sabe algo de eso. De momento nos ha adelantado, que las vacas van a empezar a engordar ya mismo.