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Vencidos los tics de su primer año de gestión, que por momentos recordaron vagamente los tiempos ya pretéritos de la 'tropa' de Brondo en Ciutadella, el gobierno de Maó parecía haberse armado de templanza y compostura.

Evitando excesos, presionando en pos de consensos reales sobre lodos políticos como el dragado y añadiendo nuevos fastos con los que reequilibrar la balanza festiva perdida con Ciutadella. Todo con tal de tener un monumento en el que depositar flores o un motivo para llenar las calles de ferias y recreaciones históricas, y así dinamizar la ciudad y frenar la creciente diáspora de maonesos rumbo a Ponent.

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La liberación popular tras 28 años de 'yugo' socialista había sido más comedida de lo que apuntaba y apenas había dejado traslucir los apegos religiosos del cofrade Botella. Y el cierre de filas del exconseller Gornés para no apoyar a los directores mancillados por su sustituta en el Govern.

El gobierno no se había metido en más jardines de los que exigía el guión de la gestión diaria. Hasta que se le ocurrió hacer caso a una sola de las múltiples peticiones que se le amontonan: erigir una escultura de homenaje a los 75 fallecidos del «Atlante», todos religiosos y militares fusilados a manos de republicanos. Y aunque estas cosas tengan ahora solo una importancia relativa -porque en plena crisis no dan de comer- sí suponen una bofetada para los descendientes que aún llevan clavada la espina de la guerra. Para ellos, y bien debería haberlo medido la alcaldesa, Águeda «ha cruzado la línea roja». Porque, si de verdad quería recordar a «todos» los caídos, tenía otras formas de hacerlo. Que no hirieran sensibilidades y fueran comprendidas también por aquellos cuyas peticiones aún esperan ayuda. ¿Por qué complicarse la vida de forma innecesaria por solo 8.100 €? Y más cuando se tiene un dinero que otros ayuntamientos, con más necesidad, deben dedicar a otros menesteres. Si algo aprendimos de los años de derroche y bonanza es que la buena gestión no se mide por las placas y obras que inauguras sino por una cosa que, dicen, no se ven a sa plaça: seny...