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Por prevaricación, tráfico de influencias, cohecho, malversación, estafa o por blanqueo de capital, es por lo que más comúnmente, nuestros políticos acaban por ser imputados. En principio, imputar significa: atribuir una culpa, delito o acción. Es decir, que un juez, no imputa porque ese día le haya dado a su señoría por ahí. Lo hará solamente cuando estudiados los informes que obren en su poder, le indiquen que puede haberse traspasado la barda que separa lo legal de lo ilegal.


No hace mucho que el Sr. Rajoy tan poco dado a nombrar o a debatir sobre los innumerables casos de corrupción que nos aflige, acertó a decir ante unos periodistas: «Todas las personas afectadas por los casos que han estado en los medios han dimitido, yo no conozco que haya ninguno que ocupe un cargo público y que esté imputado en este momento. Pero cuando digo ninguno es ninguno» fin de la cita.

El presidente se refería a los imputados del PP en la red Gürtel, porque imputados hasta las cejas que estén ocupando un cargo público los hay por docenas. Mire usted sr. Presidente, solo en la Comunidad Valenciana, podría haber trece alcaldes imputados por corrupción que siguen en sus puestos. Por cierto, ya que estamos por Valencia, déjeme añadir que en una autonomía de no mucho más allá de cinco millones de habitantes, se dan cita la friolera de más de cien imputados del PP, y como eso de trincar presuntamente los dineros ajenos es más contagioso que la gripe, la corrupción valenciana hecha metástasis, ha infectado a presidentes, vicepresidentes, exconsejeros autonómicos, altos cargos, diputados provinciales, alcaldes, concejales y funcionarios… en fin, a todo aquel hijo de vecino que la democracia en mala hora, lo ha puesto equivocadamente ocupando un cargo público donde jamás debieron de haber estado. Pero en este viaje hacia la miseria del alma humana, el PP no va en solitario, sino bien acompañado, entre otros por el PSOE. Fíjense que solo en la provincia de Sevilla el PSOE tendría dieciséis imputados, y en toda Andalucía, más de setenta. De ser estos datos correctos, serían aterradores.

Es evidente, que al lado del poder político, se ejerza donde se ejerza en nuestro país, aflora el hediondo magma de la corrupción, y que la corrupción no es una lacra atribuible a un partido político concreto. Solo por esa afinidad que les iguala, deberían hacer un frente común, y que por lo menos la ciudadanía notase la voluntad de expulsar drásticamente de la política a tanto mangante. Quizá así, dejaríamos de sentir la vergüenza ajena que nos causa tanto imputado.