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Dos partidos como el PP o el PSOE, llamados a gobernar o a estar en la oposición por el desvarío de sus torpezas gubernativas, deberían tener por lo menos la vista exigible de la mesura y la prudencia a la hora que ellos hacen beligerante de culpar al otro partido de algo que luego se les vuelve en contra. Los políticos en general, y el PP en particular, son proclives teniendo ellos narices en llamar mocosos a los demás, y así les pasa los que les pasa.
Rajoy y su corte de allegados, tanto políticamente hablando como desde esa exagerada voluntad mediática de unos medios de difusión afines, no pararon con ningún tipo de prudencia o miramiento a la hora de culpar a Zapatero respecto a los emigrantes y a lo que ellos llamaban el efecto llamada, como si aquel presidente y su gobierno, vociferasen allende las fronteras, que por estos pagos atábamos los perros con longanizas. Pero hete aquí, que ahora a ellos se les cuelan por nuestras fronteras africanas los emigrantes de 500 en 500, ¿qué efecto llamada están lanzando por encima de las concertinas el PP? Pues mire usted, el mismo que a toque de cornetilla lanzaban los socialistas, ejerciendo Zapatero (que día no es fiesta) de pregonero mayor. En puridad ninguna, porque el verdadero efecto llamada se lleva en las tripas, en las tripas vacías, en el hambre endémica que debería avergonzarnos, arrastrada desde una crisis que en algunas zonas africanas tiene siglos. Mientras el mundo rico, el que come sin hambre, el que bebe sin sed, y suda la gota gorda machacándose en un gimnasio para recolocar los michelines que se le desparraman por los sebosos cuerpos, ha mirado y mira siempre para otro lado. Hartos de comer y de tirar a los contenedores de basura la comida que les sobra; hartos de casi todo; sobrados de lo que no es necesario, pero pobres, muy pobres de caridad y sentimientos hacia otros seres humanos a los que ignoramos, y que no nos importan cuando están lejos, pero que hay que ver lo que nos molestan cuando intuimos su más leve proximidad. Por eso les cortamos el paso con vallas electrificadas, con vallas antitrepa, con vallas con concertinas, y seguimos en la inopia, sin darnos cuenta que todo eso es inútil por más que lo refuercen con un 'ejército' de guardia civiles y policías, que harto trabajo tienen con no tener claro con qué medios coactivos cuentan a la hora de intentar contener el hambre africana.

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¿Por qué no prueban los políticos en llevar a África máquinas que perforen aquella tierra en busca de agua? ¿Por qué no les surten de lo necesario para que una tierra hoy improductiva llegue a tener un horizonte de esperanza agropecuaria? Quizá todos los millones de euros en salarios del personal coactivo, quizá todos los millones de euros vergonzosamente invertidos en vallas y cuchillas que mutilan a unos desesperados que saben, que por mal que se esté al otro lado de la valla, se está mucho peor en el lugar de donde vienen ellos. Eso ya digo, podría ser más rentable, a todas luces más lógico y sin ningún género de dudas, infinitamente más humano. Mientras no se corrija el hambre, no se corregirá el efecto llamada.

En cualquier caso, quizá ahora, algunos de los que acusaban a otros de efecto llamada, hayan caído en la cuenta, de cuan ruin pueden llegar a ser ejercer una oposición liberada de la ética. A los políticos en muchos casos, más de una vez, más les valdría estarse callados, so pena de que la piedra verbal que lanzan se les acabe convirtiendo como tantas veces en un boomerang.