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Viene un tiempo de citas políticas, aviso, y es que la cosa lo requiere: nos quieren hacer creer PP y PSOE que las elecciones europeas importan poco en, pongamos como ejemplo, esta isla perdida en medio del Mediterráneo, y no es cierto. Quieren hacer poco ruido para que la abstención les favorezca y movilizar solo a sus fieles (que digo yo que habrá quienes hayan dejado de serlo tras las infidelidades de los propios partidos); ponen a sus candidatos en el ring (mero decorado) y buscan seguir repartiéndose el pastel, también en Europa, entre los dos grandes bloques que dirigen el continente al dictado de las corporaciones, con los recortes, la corrupción y la vista gorda a los paraísos fiscales como método: el Partido Popular Europeo y el Partido Socialista Europeo, que se siguen frotando las manos a pesar de su pésima gestión de la crisis. Los medios de comunicación tradicionales cumplen órdenes en las portadas y los partidos alternativos quedan al margen, con todo lo que tienen que decir. Ojo, porque en estos comicios cada voto cuenta: en las europeas, rige el distrito único y el reparto de escaños es proporcional, es decir, da igual la provincia desde la que se vota y no hay ajustes que favorecen a los grandes partidos, como ocurre en las elecciones generales.

Europa sí importa porque sus decisiones nos afectan (cerca del 70 por ciento de las leyes que se aprueban en el Parlamento Europeo se aplican luego en España), y porque nuestro voto decide qué modelo social y económico queremos que se defienda en los próximos cinco años. En estas elecciones hay algo más en juego, por primera vez, el presidente de la Comisión Europea (cargo que ostenta ahora José Manuel Durao Barroso, con un poder equiparable a los presidentes de los estados) será elegido desde las mayorías del Parlamento, teniendo en cuenta los resultados de los comicios. La Comisión Europea es precisamente la que está negociando en la más absoluta oscuridad un acuerdo con el Departamento de Comercio de Estados Unidos (y con los lobbies corporativos a puerta cerrada, claro), conocido como TTIP, según las siglas en inglés de Transatlantic Trade and Investment Partnership. O sea que el Parlamento Europeo que salga de las próximas elecciones decidirá si el TTIP sale adelante, con lo que ello implica: vía libre para las grandes multinacionales, peores condiciones para los trabajadores y, en definitiva, una mayor desigualdad, o al menos, eso es lo que se sabe por las filtraciones que se han producido: si el acuerdo será tan favorable para los europeos y logrará crear puestos de trabajo, ¿por qué no lo podemos conocer en detalle antes de que nos sentencien? Una cláusula que «gravita sobre el tratado», según informa el periódico Diagonal, «es el ISDS, el establecimiento de mecanismos de solución de diferencias entre inversor y estado en los que las corporaciones pueden reclamar indemnizaciones por daños y perjuicios de un Estado en el caso de que perjudicara sus intereses empresariales, y puede suponer una penalización de decisiones soberanas como las moratorias en prospecciones (petrolíferas) o la recuperación de la gestión pública en el sector sanitario». Además, estos tratados de libre comercio no son nuevos, hay precedentes (el tratado firmado por EE UU, Canadá y México, NAFTA, o el tratado de EE UU con Australia, AUSFTA) que ya han demostrado que no solo no han generado empleo, ni mejorado la calidad de vida de las poblaciones, sino que se han destruido puestos de trabajo, los han vuelto más precarios y han abierto la veda a leyes solo beneficiosas para las grandes multinacionales.

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Su intención es clara: ¿cuál es la nuestra?, ¿qué modelo queremos para nuestro futuro y el de nuestros hijos? La transparencia ha de ganar la batalla y solo lo hará si los partidos que proponen otros modelos llegan al poder. Y aunque las urnas sean (de momento y hasta que la democracia no sea directa y participativa) el único altavoz con efectos inmediatos, también tenemos otras vías (por mucha Ley Mordaza que los actuales gobernantes quieran imponer). La Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), por ejemplo, ha organizado una serie de escraches silenciosos durante la campaña electoral del Partido Popular para recordar a la gente que el PP no quiso aprobar la ILP para la dación en pago y que podría haber evitado el drama de miles de familias (en el país con más casas vacías), pero que sí aprobó rescates millonarios a la banca. Mañana miércoles, la PAH de Menorca ha organizado un encuentro a las 10 horas en Sa Plaça de Alaior para apoyar un caso con nombre propio: Raquel.

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