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Todo parece cuestión de imagen. Lo joven vende más que nunca. Lo estético eclipsa lo ético. La vista se impone de manera obscena sobre el resto de los sentidos, si algo es bonito no importa que huela mal. Si alguien se muere parece que da más pena si es guapo «que pena que haya muerto, con lo guapo que era». La frase para los feos sería lapidaría, perdón por el tonto juego de palabras, «se murió, ¿y qué?, con lo feo que era». Lo quieren reducir todo a guapos y feos, a jóvenes y viejos, como si el país se arreglará con unas simples operaciones de cirugía estética.

Algunos se creen que por cambiar las caras van a cambiar las cosas, que por colgar la chaqueta en los mítines y colocarse la camisa blanca y el vaquero gastado el cambio social vendrá solo, una especie de : «somos de izquierdas pero no le hacemos ascos a un Louis Vuitton. Somos guay porque de palabra defendemos a los pobres, mientras reservamos mesa en Arzak, pero congeniamos con los bancos que tanta pasta nos dejan. Somos los yernos y las nueras perfectas, críticos pero dóciles, moderadamente progres. Somos en definitiva el cambio pequeñito, el matiz, algo diferentes pero sin pasarse». Empezó bien porque la elección directa es esencia democrática, pero en una semana las presiones para nombrar a estos y a aquellas ha hecho que el globo se pinche enseguida. Ahora sí, como dijo la condesa Aguirre, Pedro Sánchez «es guapísimo».

Los de arriba lo tienen claro, traje y corbata durante el resto del año y en verano los polos del cocodrilo y alguna pulserita de cuero para no parecer tan del siglo pasado. Los que ahora llevan las riendas no dudan, van a muerte con el líder puesto a dedo mientras haya sillas para todos, y como ricos y pobres siempre ha habido no serán ellos los que luchen por cambiarlo. Nadie les puede decir el vino que deben o no beber, pero ellos se empeñan en imponernos una sociedad casposa, insolidaria, clasista y muy poco moderna en todos los aspectos. Y a pesar de sus Bárcenas, Matas y compañía hoy siguen incombustibles al desaliento porque son una maquina de acabar con el paro… creando esclavos.

Es lo que hay, los tentáculos de la corrupción y el clientelismo son tan largos que incluso personas de buena voluntad se verán atrapadas y sin margen de maniobra, los que tengan los principios firmes se irán, los que tengan más gusto por la billetera que por las ideas se quedarán, algún ingenuo hay sin duda, pero son los menos.

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Todo este mundo de los guapos y la política se quedaría en nada sin la televisión. Aunque los debates políticos se parecen cada vez más a los programas de la llamada prensa del corazón por unos y prensa de casquería por otros, los nuevos y jóvenes líderes políticos saben que la tele manda, por eso multiplican su presencia de forma exponencial, entregándose al circo histriónico que les marcan los productores, les va la existencia en ello.

Hubo un tiempo que se rumoreó acerca de la creación de un partido político encabezado por Belén Esteba, la princesa del pueblo, las encuestas le daban representación parlamentaria y eso que el nivel de degradación no era tan alto y que el cirujano plástico de la pobre Esteban era muy malo.

Yo no sé, queridos lectores, si la hermosura está en el interior, juzguen ustedes si un intestino grueso es bello, pero lo que parece evidente es que nuestros dirigentes, guapos o feos, jóvenes o viejos, nos siguen tomando por tontos, y que la programación de la tele es cada vez peor.

conderechoareplicamenorca@gmail.com