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Hoy voy a practicar el noble arte de la demagogia. A ver qué se siente. Para ello describiré primero, con su permiso, nuestra situación contractual: Vamos montados en una bolita que flota en uno de los extremos de una galaxia ubicada a su vez en el borde de un cúmulo galáctico sito en alguna parte -aún no bien determinada- del universo conocido (algunos sostienen que existen otros aún ignotos). Nuestra bolita (achatada por los polos) viaja, como el resto de bolitas vecinas, a una velocidad endemoniada girando sobre nuestro eje y circunvalando estrellas, hacia un futuro incierto. O quizás no tan incierto: de hecho nos dirigimos sin duda hacia la inexorable destrucción.

Lo que ahora llamamos Israel, Iraq, Getafe, Cataluña, Crimea o el Cañón del Colorado fueron antes y/o serán después, lagos, desiertos o tundras; gélidos glaciares o escarpados fondos marinos dependiendo de las eras geológicas y los movimientos de las placas tectónicas. Hasta aquí estaremos de acuerdo.

Los habitantes de dichos territorios fueron antes bacterias, peces, dinosaurios, escorpiones, cromañones, indios, palestinos, catalanes, andaluces y gallegos,(incluso algún despistado de Calatayud), a su vez provenientes de estirpes moriscas, gitanas, celtas, galas, kurdas, escitas, vascas y vaya usted a saber qué otras etnias y mezcolanzas de genes. Y estos lugares tan emblemáticos acabarán convertidos muy posiblemente con el tiempo en pedregales habitados por cucarachas transgénicas.

Para cuando llegue ese momento, que sin duda llegará, o bien por colapso de nuestra estrella, o bien (como sostiene mi intuición) mucho antes, por mor de la conversión de este paraíso en un inmenso e infecto estercolero inhabitable, la especie humana (nuestra querida descendencia) deberá haber habilitado un mecanismo para darse el piro hacia planetas más florecientes o la habrá cagado definitivamente. Hasta aquí también de acuerdo ¿no?

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Desde este punto de visita, cínico quizás pero realista, tiendo a considerar que andar tirando tiros y cortando gargantas o dedicando con entusiasmo tus ahíncos a marcar con orines el territorio resulta un poco patético.

Y no es que el alejamiento que se precisa para ver las cosas con la perspectiva que describo aconseje dejar fluir los acontecimientos sin tomar partido, no. A pesar de que la bolita sea una mota de polvo, un grano de arena en una playa infinita, una burbuja que explotará en cuanto llegue a la superficie de la copa de cava, mi rodilla entretanto necesita cuidados, mis hijas necesitan un padre, mi visa suspira por un colchón de cash, mi comunidad de vecinos busca presidente, los bancos andorranos necesitan ahorradores patriotas, y los humanos en general necesitamos -sobre todo- construir un nuevo arca de Noé para cuando haya que salir por patas.

Añadiría (ya que me queda hueco en la columna), que sin embargo mi alma no busca banderas, y mi felicidad no precisa himnos. Y no soy el único. Me apuesto una tortilla de patatas (sigue sin estar el horno para bogavantes) a que han habido cardenales agnósticos u honorables políticos con más pasión por la buchaca que por los segadores, aunque fueran estos de la comarca. Y si es comprensible que quien vive de ello diseñe e implemente ceremonias que adornen la función teatral que representan (tan necesitada de atrezzo), lo es menos que el acompañamiento de palmeros, y el grueso del pelotón se lo tomen tan a pecho.

Y ahora que he dado rienda suelta a mi capacidad emergente de operar en modo demagógico, debo confesar que no se siente nada especial. Y yo que pensaba que Floriano, Pons, La Cospe y el resto de los maestros cinturón negro en la especialidad, que además cobran por sus servicios de falacia creativa, se irían a la cama con grandes remordimientos...

PD.- No quisiera despedirme sin recomendar al GOB y al PSOE, que, a la luz de sus -al parecer documentadas- sospechas, no se conformen con pedir que la rotonda de Biniai no sea pagada con dinero público, sino que exijan que se descarte su construcción, toda vez que no atiende a un fin comunitario. El que la bolita azul gire alocadamente no debiera implicar que tengamos que ser siempre los mismos quienes ejerzamos de pringados pagafantas.