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El Jefe del Estado, el rey Felipe VI y la reina en Nueva York; el presidente del Gobierno Mariano Rajoy, saliendo rumbo a China; el ministro de Justicia Alberto Ruíz Gallardón anunciando urbi et orbe que deja de ser el ministro de Justicia, y de paso, el escaño de diputado, el puesto de la dirección del partido, y para terminar de soltar todo el lastre, anunció que deja la política. Centenares de personas ante la sede del PP en Madrid poniendo a Rajoy y a su gobierno a caer de un burro por el incumplimiento de la ley del aborto. Y si con todo esto no fuera suficiente, la Autonomía de Catalunya «rompiendo aguas». En fin, un desbarajuste inaudito por decirlo finamente. Parece un relato de uno de esos novelistas a los que les gusta como si fuera un coctel, zarandear las entendederas de sus atrevidos lectores. Si esto estuviera pasando gobernando Zapatero, no les cuento lo que estarían diciendo y con razón, Rajoy y su partido.

Lo de Gallardón no por esperado, porque cualquier politólogo medianamente al día, sabía que la ley del aborto era el último clavo de su ataúd político, ha sido, ya digo, menos sorpresivo.

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Lo cierto es que esa ley tan controvertida de la que el PP hizo bandera electoral, fue un pésimo cálculo por parte de Rajoy y su equipo. Siendo lo cierto que Gallardón ha sido de momento el que ha cargado con las consecuencias, todo, y que los ministros son parte de una gestión colegiada. Por consiguiente, tienen una responsabilidad decisoria compartida, por lo tanto, el responsable máximo es el presidente del Gobierno, cosa que jamás se sustancia así. Los presidentes del Gobierno dejan que sus ministros se estrellen y cuando lo hacen tienen prisa en deshacerse de la víctima política, procurando que en su caída no les arrastre a ello. Los presidentes están más a recoger los aciertos, para los desaciertos están los ministros.

Rajoy y su gobierno con este nuevo incumplimiento, se puede decir que han incumplido todo su programa electoral. Algo realmente inaudito, si además da como resultado, que de haber ahora mismo elecciones generales, según los foros de opinión, el PP volvería a ganar las elecciones. Debe de ser algo hasta ahora inédito en la historia de la política, y un fenómeno para estudiarlo en profundidad. No lo hacemos porque nos da miedo descubrir que quizá somos más dúctiles (por no decir más tontos de lo que parece).

Se va Gallardón, y con él, el peor ministro de Justicia en lo que llevamos de gobiernos democráticos. Entre otros asuntos empantanados, deja tras de sí, la ley de tasas, la renovación del Código Penal, su rotundo fracaso de la ley del aborto, y una postura menos partidista, más democrática o simplemente de sentido común en la designación de jueces. Deja tras de sí, una huelga de jueces y fiscales contra su gestión, o sea, un ministerio el de Justicia, que trabajo tiene si quiere, el ministro que le sustituya. Como decía una tertuliana: «tanta paz lleve como paz nos deja». Y a todo esto, Rajoy tan reacio él, a tocar ningún ministro a pesar de tener a unos cuantos más quemados que el palo de un churrero, se le ha cruzado ahora en el peor momento la dimisión del ministro de Justicia.