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Mi etapa como jugador del Menorca fue brillante, con traspaso al Barcelona, en cambio la de la Unión resultó mediocre. Por un lado mis piernas malsanas, impidiendo un pleno rendimiento, y por otro mi depresión futbolística, mi desilusión por ir a menos, tara psicológica que no supe eliminar.

Yo sabía, no ser el jugador que se suponía, pero si capaz aún de destacar en el grupo que englobaba Cataluña, Valencia y Balears, el año que se confeccionaba la Segunda división B, en la que militaban también el Atlético de Ciutadella y el Menorca.

Naturalmente la anécdota que voy a relatar -divertida sin duda- conlleva el análisis introducido.

En la semana de Pascua la directiva de la Unión dimitió en bloque, tomando la dirección otro grupo de unionistas.

Aquel domingo de Resurrección jugábamos en San Carlos contra el Acero de Sagunto. Yo solía ir a almorzar, pronto, a mediodía, a mi residencia, el hotel Agamenón. Al llegar, el recepcionista me comunicó que me esperaban dos señores en el salón de la televisión.

Se trataba de dos nuevos directivos.

Debo añadir que la clientela del hotel la conformaba más bien hombres de negocios y profesionales cualificados. Se trataba siempre de hombres grises y ancianos calmosos. Nada más. No había turismo en invierno cuarenta y cinco años atrás. Era un hotel plácido, sin alharacas. Pero aquella semana de Pascua sobrevolaban la piscina algunos bikinis que caldearon la mente de los dos directivos, inoculándoles escenas ardorosas en los que por lo visto yo participaba...

-Está mañana –dijo uno de ellos, después de ofrecerme asiento- nos hemos preguntado, ¿qué le pasa a Hernández que no es el jugador que era?, ¿por qué no vamos a animarle? Y hemos averiguado donde vivía, decididos a visitarle con esta intención,... Pero ahora sabemos lo que le pasa. ¡Como puede vivir un deportista en este antro! ¡Claro que no marca goles!

Salieron del hotel escandalizados, dejándome sin duda abatido. Comí apesadumbrado. Si no me cayó mal el almuerzo fue porque antes de los partidos era siempre frugal.

Aquella tarde el resultado del encuentro fue Unión 4-0 Acero de Sagunto. Sorprendentemente fui el autor de los cuatro goles. De seguro estos dos señores desatascaron algún mecanismo que yo debía tener obstruido. Como la antipsiquiatría que puede ser el antídoto si fallan los conductos psiquiátricos convencionales.

¿Por qué no vinieron a curar mis males anteriormente estos dos señores, que por cierto nunca más he visto?

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