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El virus del ébola ha entrado en España, y parece que hubiera salido de la nada: como si no hubieran muerto antes miles de personas en África y como si algunos de sus cadáveres no estuvieran acumulándose en las calles sin que nadie, más allá de voluntarios que dan su tiempo y su vida por ayudar a los que ya han sido expoliados (de sus tierras, de su futuro y de sus recursos naturales, a cambio del progreso occidental), se atreva a enterrarlos. Peor aún, suena como si este virus letal hubiera llegado a Madrid por la culpa (la gran culpa) de una trabajadora infectada por culpa (ahora sí) de un sistema sanitario público recortado, desmantelado, sin infraestructuras ni preparación del personal para afrontar este tipo de casos: ya antes de los traslados de Miguel Pajares y Manuel García Viejo fueron denunciadas estas carencias por los trabajadores. Los profesionales no han recibido formación ni el material adecuado, por mucho que en los informativos de Televisión Española manipulen con imágenes de un hospital supermoderno (y alemán) con los trajes (azules) del nivel de protección adecuado que no son, por cierto, los que usa el personal sanitario en Madrid (en este caso, amarillos y con cinta aislante para unir guantes y calzas), en la coreografía improvisada y bananera que nos brinda, una vez más, el Gobierno del tal Rajoy.

La vergüenza de un sistema político que no sabe gestionar las crisis que se encuentra o las que provoca él mismo, se refleja en las ruedas de prensa chapuceras, con ministras sin guión como Ana Mato y en declaraciones irresponsables como las que escupe a cada micrófono Javier Rodríguez, aún consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid. Y hay más manipulación mediática: me han entrado ganas de llorar (luego se llevan las manos a la cabeza cuando nombran a Venezuela y sus métodos) cuando he visto el vídeo del programa «No nos moverán», de la Televisión Pública de Castilla-La Mancha donde gobierna la examiga de Luis Bárcenas, Mª Dolores de Cospedal. La presentadora, cuyo nombre no me interesa, frivolizaba sin gracia sobre el contagio de Teresa Romero con unos guantes de látex, tocándose la cara y diciendo sandeces (mientras la sanitaria lucha por su vida en el hospital en el que se ha contagiado de ébola mientras hacía su trabajo sin ni siquiera disponer de una plaza fija. Espero que cuando este artículo se publique las noticias sobre su salud sean favorables: escribir desde el pasado libra una carrera invisible contra la actualidad).

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En definitiva, el Partido Popular se está haciendo el harakiri y espero que se acuerden las urnas. También la Cope publicaba una noticia con el falso fallecimiento de esta auxiliar cuya difusión luego negó (vean, por ejemplo, la cuenta de Twitter del periodista @AntonioMaestre). Otra muestra muy grave de la falta de ética periodística ha sido la publicación por parte de algunos medios de una imagen de Teresa Romero hospitalizada, en el interior de su habitación, violando así todos los códigos deontológicos del periodismo. Más muestras del otro virus que ha contagiado a la profesión en estas últimas décadas de matrimonio con los partidos políticos y que se propaga a la velocidad de Internet, sin más compromiso ético que el número de clics.

Pero ojo, no son los únicos síntomas: los caprichos de Miguel Blesa, Rodrigo Rato, Ildefonso Sánchez Barcoj y compañía (en total, 86 altos cargos) con sus 'tarjetas black' (glamuroso hasta el nombre) son otro virus y la punta del iceberg de los desmadres de una caja (rescatada con dinero público: más de 22.000 millones por parte del Estado) que pagaba parte del festín en dinero negro a sus directivos y consejeros: más de 15,5 millones de euros gastados en clubes, alcohol, hoteles, vinos, billetes de Metro, yates, relojes, joyas y más mierda (con perdón). «Ya te mandaré algunas fotos para que veas los destrozos causados», le decía Blesa a un amigo tras un safari en África, según recoge eldiario.es. Ya no hace falta: vemos los destrozos por nosotros mismos. De momento, hay una sentencia: la que condena al juez instructor Elpidio José Silva a 17 años, seis meses y un día de inhabilitación por «prevaricar y violentar las garantías constitucionales de Miguel Blesa y Gerardo Díaz Ferrán». Increíble pero cierto. Ah, y también hay un perro muerto en medio de estos virus varios: se llamaba Excalibur, y esta vez, además, con su asesinato no se ha acabado la rabia. El protocolo para echar a esta mafia/casta (o como prefieran llamarlo) ya está activado.


@anaharo0