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La sensación de vivir en el lío impregna la sociedad. Además de la desconfianza que se han ganado a pulso los gobernantes elegidos por los ciudadanos, lo que se ha convertido en una norma es el enfrentamiento de posiciones irrenunciables. La actitud defensiva en lugar de constructiva es una epidemia que se extiende a todos los niveles. No hace falta poner ante el espejo a Mas y Rajoy.

Aquí también tenemos nuestros propios líos y tampoco somos capaces de resolverlos. Para poner un ejemplo pequeño. Los patios interiores de casas del casco antiguo de Ciutadella que se han convertido en bares y restaurantes y que no pueden utilizarse como terrazas para no molestar a los vecinos. Espero que la lucha apasionante entre restauradores y vecinos se cierre con un armisticio sensato, sin vencedores ni vencidos, en una ciudad que vive del turismo y que no quiere renunciar a su calidad de vida. Ajustar una norma a las necesidades no debería ser un obstáculo insalvable. La ley no debería estar, como parece a menudo, muy por encima de los ciudadanos.

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Lo que sí provoca un montón de líos en Menorca es la cuestión del territorio, del paisaje. Da la impresión que la Isla es el patio interior de un bar del hermoso centro histórico de Ciutadella. El restaurador es la economía insular y el resto somos los vecinos. A los que viven en la primera planta, les molesta incluso el ruido que producen las latas de cerveza cuando se abren. Los del ático no se inmutan porque, quizás sean los dueños del bar. ¿Cómo se resuelve el conflicto? Si se prohibe la actividad en el patio, el bar se cierra y, lo que representa, la economía insular, también. Además del bar tenemos campos de golf, un parque acuático, una reforma de la carretera, paradas en el Camí de Cavalls, dos puertos...

Definitivamente, habrá que convocar una reunión de la comunidad de vecinos.