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Aunque cueste entender, una de las mejores cosas que tiene la vida es la propia muerte. Recordar y tener presente que nuestro paso en este mundo es efímero, caduco y limitado nos obliga a replantearnos las cosas, a actuar en consecuencia y enfocar aquello que hacemos o decimos tratando que nuestra existencia no caiga en el olvido de una humanidad que se antoja, de momento, larga y próspera. Exprimir cada momento porque es único. Pero la muerte supone una auténtica putada para los que quedan ya que deben afrontar el palo que supone perder a alguien querido con todo lo que ello supone.

Esta semana, como en tantas otras, la muerte se ha cruzado en nuestro camino de distintas formas. Una de ellas, la más deplorable, en la historia del ultra del Deportivo, Jimmy. Cualquier asesinato es una injusticia sea cual sea el contexto que lo acompaña, pero que un grupo de personas recorra media España quedando con los aficionados de otro equipo para zurrarse hasta el absurdo me parece lamentable. No me apena que este energúmeno perdiera la vida en ese escenario. Me entristece que su caso haya copado más titulares que los otros casos que te comentaré, amigo lector.

Otra muerte también mediática la ha protagonizado la agente del Cuerpo de Policía Nacional, Vanessa Lage, acribillada a balazos en Vigo por un insensato que no medió palabra mientras sesgaba la vida de una agente que cumplía su labor, a la que le quedaba por disfrutar toda una vida y que a los 36 años cayó abatida por un insensato que, tras un amplio abanico de delitos dejó patente su repulsa por la vida, por la sociedad y por la existencia humana.

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La última muerte, la que más me ha dolido, ha sido la de Cati Rotger Ontiveros. Era una súper mujer sobre la que nunca recaerán los focos, era la que más lo merecía, y que lucía con disimulo la capa y el antifaz de heroína. Una luchadora que se aferró a la vida de una forma encomiable, plantando cara durante más de cinco años a un enemigo que las pasó canutas para llevársela. La conocí este verano y enseguida me encandiló con su vitalidad, su optimismo y su calidez humana. Me contó que cada sábado se dejaba caer por esta columna para ver qué explicaba porque le divertía. La muerte se la ha llevado antes, mucho antes de hora, y este es uno de esos artículos que me encantaría no haber escrito nunca y que tú tampoco hubieses leído.

La muerte es cruel y caprichosa, no sigue pauta alguna. Me apena perder una amiga y una lectora. Me consuela la lección que deja tras de si, que garantiza que su paso por este mundo no caerá en el olvido y compartir, en parte, su historia contigo. Gràcies, Cati.

dgelabertpetrus@gmail.com