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Cómo pasa el tiempo, queridos lectores, es increíble. Ya han pasado siete días, en un abrir y cerrar de ojos, como un suspiro. Pin, pan pun y ya tenemos una semana del 2015. El nuevo año ya no lo es tanto, va a envejecer más rápido que el último modelo de teléfono móvil, se va a quedar más obsoleto que una cinta de VHS, en breve tendrá más caspa que los programas de televisión.

Este año volará, como todos, y eso estará muy bien porque ya quedará menos para el 2016, el año de la recuperación. El año del despegue, el año en que los bancos se transformaran en ONG y los políticos pagarán por servir al pueblo, será un momentazo histórico a la altura de cuando el hombre diseño la batamanta, o de cuando se inventó el tenedor eléctrico enrolla espaguetis. Pero si por lo que fuera, llámelo herencia, llámelo mercados, llámelo cara dura supina, en el 2016 no llegara a los hogares la recuperación, que nadie se asuste, para el 2017 despegamos hasta el infinito y más allá.

Y los síntomas de la recuperación ya son más que evidentes, aquí en nuestra Menorca reabre sus puertas el emblemático local Es Cau, suerte al propietario en esta nueva travesía. Y a nivel nacional se estrena la decimosexta temporada de la serie «Cuéntame cómo pasó», prueba inequívoca de la fuerza innovadora que desprende nuestro gobierno, nadie negará su gestión impecable del Ente público. A ver si al final tendrán razón los que pronosticaron que cuando la trama de la serie llegue al 13 de septiembre del 2001, fecha de su estreno, los personajes de la serie se verán a sí mismos en la televisión, y se creará un gusano de tiempo que acabará con la humanidad. Pero no seamos agoreros ahora que empezamos a estar tan a gustito.

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La única sombra que planea sobre este principio de año es la situación actual del rey Baltasar. Según informan los enviados especiales de este Diario a Melilla, Baltasar no tuvo ningún problema para entrar en el país la noche del 5 de enero, el hecho de que su cargamento fuera de oro, Gaspar y Melchor llevaban el incienso y la mirra, ayudó a que los agentes de aduanas le abrieran la valla llena de concertinas y le dieran paso amablemente, ya sabemos que el racismo es meramente económico. Si un árabe llega en patera es un moro peligroso, si un árabe llega en yate es un jeque respetable al que se recibe con alfombra roja, eso es así.

Pero a la vuelta Baltasar lo había repartido todo e iba con las manos vacías, dada su extraña indumentaria, más propia de otros siglos, la policía lo confundió con un terrible líder terrorista y lo tienen incomunicado hasta que llegue un avión de la CIA y lo traslade a Guantánamo. Nuestro reportero más intrépido consiguió colarse en la comisaria y sacarle unas breves declaraciones: «En USA, siendo negro y viniendo de Oriente, lo tengo muy jodido, pero nunca se sabe, quizás Obama sea algún pariente lejano mío. Soy un rey mago, no puedo perder la esperanza. Ahora bien, el año que bien va a repartir los regalos el gordo del trineo, que como es blanco pasa fronteras por la cara».

Las dudas que acechan a un futuro tan brillante que cegará a quien lo mire de frente, no son las referentes a desigualdad, pobreza infantil y demás mantras que repiten los agoreros del sistema, ni mucho menos. Los únicos temores son: primero, si Baltasar cumple su palabra y provoca la primera Navidad sin reyes, casi lo logra Urdangarin. Y dos, si Antonio Alcántara dirá: «Leches Merche, mira la tele que salimos nosotros», y ahí se acabará todo.

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