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Cuando las cosas van mal y no mejoran sería de tontos, pero de muy tontos, empeñarse en seguir haciendo lo mismo. Si los gestores de una empresa la llevan a la ruina sería de tontos, pero de muy tontos, contratarlos de nuevo para reflotarla. Si queda demostrado que los mismos que pedían a la gente que se sacrificaran a todos los niveles, viven de lujo ganando cada vez más pasta, y en muchísimas ocasiones de forma ilegal e inmoral, sería de tontos, pero de muy tontos, seguir confiando en ellos.

Y a nosotros, queridos lectores nos pueden llamar cualquier cosa, ingenuos, inocentes, ilusos, cansinos, utópicos, románticos, criticones, inconformistas, soñadores e incluso noveleros gafotas, lo dicho, nos pueden llamar cualquier cosa menos tontos, y eso que no compramos en la cadena de electrodomésticos que se anuncia con el famoso: «Yo no soy tonto».

Sabemos que ahora la clase política está con el culo en un avispero, llegan las elecciones y algunas sillas peligran. Recuerden: las elecciones son la única época del año en que la clase política llama ciudadanos a los que considera sus súbditos. Y en esta época, que se repite cada cuatro años en el resto del país y cada dos, más o menos, en Cataluña, los políticos se vuelven cercanos, campechanos, chistosos y hasta empalagosos.

Veremos en estos meses mucho político cambiar la americana y la corbata por las mangas de camisa, hasta el presidente del gobierno lo ha hecho en su foto de Twitter. No veremos en otros momentos tanto político visitando asilos, guarderías, hospitales, centros de personas con discapacidad como en estos meses. Es curiosos porque durante los tres años y pico restantes recortan sus prestaciones, prefieren ir a convenciones en hoteles de cinco estrellas, o a Suiza a contar dinero y darle el parte a sus jefes. Pero a la hora de pedir el voto necesitan hacerse la foto con los colectivos más débiles para demostrar que son humanos como los demás, ahora bien, luego no les tiembla el pulso a la hora de echar gente a la calle o dejar a los enfermos sin asistencia, llámenlo doble moral o llámenlo equis, el fondo no cambia.

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Se imaginan que para promocionar nuestra Isla, nuestra Menorca, en lugar de enseñar fotos de Cala Pilar, o Macarelleta, playas vírgenes e increíbles, enseñaran fotos del túnel de Ferreries o de las macrorontodas de la carretera general, ¿quién vendría a la Isla? Quizás hay un turismo loco al que le gusta visitar túneles y rotondas y deciden gastarse la fortuna que cuesta un billete para visitarnos: «menos mal que han hecho un túnel tan guapo y unas rotondas tan chulas, porque si no es que no visito Menorca ni harto de gin, ya me dirás que tenía de interesante antes de esas bonitas obras». A lo que alguien siempre podrá responder: «hombre también está el vertedero de Es Mila que es pionero en filtraciones de todo tipo. Magnifico, realmente magnifico».

Es cuanto menos paradójico, ¿no creen?, los que se empeñan en poner cemento en cada centímetro cuadrado, luego promocionan la Isla con videos y fotos de sitios vírgenes. Y los que se empeñan en ganar el voto mostrándose como defensores de los más desfavorecidos, gobiernan durante años machacándolos para favorecer a los más poderosos.

Y mientras el juego les funcione, y mientras muchos sigan sin dar la cara para no sufrir daños, la rueda girará siempre en la misma dirección, y nos seguirán tratando como si tuviéramos cerebro de hámster, hasta que nos cansemos, o una buena Tramontana lo limpie todo.

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