TW

A medida que pasan los días, las semanas y, ahora ya, los años, te das cuenta de que aquel camino tenebroso que parecía oscuro e inexpugnable se ha quedado, simple y amargamente, en una senda tortuosa en la que cuesta avanzar pero no resulta imposible. Dudas, como es normal, en cada paso que das porque a pesar de que tenías muy definido el punto de destino, el propio destino se encarga de enredarlo todo. En ningún momento te reconoció que todo esto fuese a ser fácil.

Le echas de menos. Mucho. De una forma que jamás te hubieses imaginado, que incluso roza el absurdo, y más cuando te descubres fantaseando con que todo esto no es más que una pesadilla, una de esas en las que tú tienes el control y en las que cuando algo no te gusta te despiertas dándole un portazo al disgusto. Pero este portazo es sordo. Hueco. Estéril. Ni hace ruido, ni espanta a las pesadillas. Ni mucho menos te despierta porque, te lamentas a cada día que pasa, resulta imposible despertar a alguien que ya está despierto.

Lo buscas como si fueras a encontrarle, tumbado perezosamente en aquel sofá que estás convencido de que se ha quedado más huérfano que tú. Allí apenas queda el olor de tanto que has abusado olisqueando melancólicamente en busca de ese inconfundible hedor mezcla de tabaco, sudor y aftershave Brumel. Te duele que un día ese pequeño rastro que aún sobrevive se pierda en la nada y te olvides de él.

Noticias relacionadas

Entonces, cuando menos te lo esperas, te lo encuentras, le ves en ti. En tu capacidad, que primero fue suya, para mantener la calma a pesar de que todo a tu alrededor se desmorone, en la constancia de ignorar los problemas mientras sigues avanzando, en la habilidad de mantener una sonrisa inquebrantable aunque lo último que te apetezca es sonreír. Te das cuenta de que no necesitas encontrar ese característico olor para recordarle, de que guardas como el más importante de los tesoros aquel último abrazo cuando las fuerzas eran mínimas pero que fue tan cálido que durará para siempre.

«Él vive en ti», te dices, mientras sigues avanzando y te das cuenta de que no correrás rápido pero correrás mucho. No llegarás antes pero llegarás lejos. No dejarás de sufrir pero tampoco dejarás de sonreír. Así irán pasando los caminos y así iremos pasando la vida.

dgelabertpetrus@gmail.com