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En la reciente visita a Menorca para presentar mi libro «El abuelo de Hawái» fui invitado a una tertulia de la COPE, si bien el debate no era literario, sino futbolístico: un prólogo del Barcelona - Real Madrid.

Procuré responder o dialogar con el rigor que lo hace cualquier aficionado. Mis sentimientos y mis reflexiones resultaron sin embargo a todas luces polémicos.

Causó extrañeza que no hubiera visto el partido de la víspera, Barcelona – Manchester City. ¡Un pecado grave deportivo! Expliqué que, después de ver el encuentro de ida, daba por asentado que los ingleses no podían vencer por dos goles de diferencia en el Nou Camp. Y que el deporte –cualquiera que sea- no me atrae sin alicientes clasificatorios. De todos modos estaba al acecho para, en caso de que el City marcara el 0-1, situarme delante del televisor,... pasando entonces mi pecado de grave a leve.

El segundo enfrentamiento lo produjo mi opinión sobre el entrenador Mourinho, añorado por dos contertulios madridistas. Consideré que el Real Madrid y el Barcelona deben, además de vencer, jugar como los ángeles. Y los equipos de Mourinho juegan como los demonios. Aunque, bien es cierto, que los demonios son también ángeles, pero ángeles rojos. Lo mismo que el At. Madrid de Simeone que es infernal. El dinero que estos equipos derrochan por sus jugadores da para, además de vencer, ofrecer un fútbol celestial. Se debe ir al Bernabeu, al Camp Nou o al Calderón a presenciar un fútbol trigonométrico, exacto, con solo un toque, en fin... un fútbol divino,... no una pócima de Lucifer.

La tercera singularidad resultó de exponer mi impresión sobre el partido. Comenté que era tan fácil preverlo como difícil conocer el resultado. Y es que un partido se mide por las ocasiones que originan los dos equipos, no por los goles que marcan, consecuencia del acierto puntual o de la fortuna. En la porra, vaticiné que el Barca iba a tener 8 y el Madrid 4... y que -como casualmente todas las ocasiones se convertirían en gol, ¿por qué no?- el resultado sería 8-4, produciéndose un murmullo truculento.

Me equivoqué porque el Barcelona dispuso de 9 ocasiones y el Madrid de 8. El Real no solo merecía empatar, sino incluso vencer, ya que las ocasiones al contraataque son estadísticamente más efectivas que cuando un equipo domina y el área está espesa, sin espacios.

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Según la ley proporcional el resultado debía haber sido 2-2 o 2-3... Pero la ley es que la pelota entre en la portería y el resultado fue 2-1.

Librerías donde pueden encontrar el libro "El abuelo de Hawái":

Barcelona – L. Alibri, c/Balmes 26
Madrid - L. Iberoamericana, c/Huertas 40
Palma de Mallorca– Llibres Colom, Bisbe Berenguer de Palau 11
Valencia - L. París–Valencia c/Pelayo 7

En otras ciudades de la península, en LA CASA DEL LIBRO. Y en Menorca en:

Alayor - P. Ana
Ciudadela - L. Can Pau
Ferrerías – L. Sa Llibreria
Mahón - L. Catalana
Mercadal – L. Monte Toro

florenciohdez@hotmail.com